Año 1980, Nueva York. Interpretación magistral.
Aria del acto final de la opera Turandot de Giacomo Puccini. Poco se puede decir. Sin comentarios. La ejecución de Pavarotti es sublime... con toda premeditación y alevosía... potencia, emotividad, aguante... sosteniendo hasta el límite... insuperable.
Si el Hombre es capaz de hacer cosas tan bellas y, además, ejecutarlas... algo de esperanza podemos conservar. No todo será injusticia y despropósito... lo malo es que la belleza, no siempre es bien tratada o, con frecuencia, se malinterpreta.
Cuántas veces habremos visto a falsos aduladores que, más que gusto por la belleza, tienen gusto por el «mirad... yo también quiero entender de belleza» al tiempo que por sus venas corre hielo, más que sangre. Basta poner la televisión... todos los días... a todas horas.
Mientras tanto... hubo un tiempo en el que «cabezas pensantes y deseantes» compusieron cosas como estas. Tampoco es muy sano encerrarse en el «todo tiempo pasado fue mejor»... y mucho menos en según qué campos; con todo, en la Música... el pasado no desmerece al futuro... y lo malo es que el futuro musical de aquel pasado lo vaya dejando en el andén... poco a poco.
Vamos dejando porciones de nuestro bagaje emocional en el andén de alguna parada. Rápido vamos y al final, sin querer, olvidamos.
Tempos que não voltam mais...