Para escuchar el disco mientras se lee: http://open.spotify.com/album/3shRHlZAtLQz9upxRFEC4d
Acabé el año 2012 a la altura de mis expectativas, solo, triste y trabajando. Lejos de la familia. El día 31 de diciembre trabajé hasta las once de la noche y, dado que el metro cierra en Nochevieja, tocó volver a patita a casa. Mientras la gente disfrutaba de las uvas en Sol, yo caminaba por las calles de Madrid, del trabajo a casa... una hora de trayecto, aproximadamente. Una hora que me supo bien, en contra de lo que cabría esperar.
Hay tormentas que amarran tu velero a puerto, hay vientos de esperanza que te devuelven al mar
Francisco Sánchez
Mi amigo Manel, con quién tuve el gusto de hacer Triolocría, proyecto que da nombre a este humilde rincón en la web, ha parido su nuevo trabajo: Vientos de Esperanza. ¿Qué mejor momento para escuchar en detalle su proyecto? Vientos de Esperanza... vientos de esperanza. El aire fresco de la noche, la bufanda bien ceñida al cuello, las calles de Madrid desiertas... los semáforos iban guiñando su verde y rojo de manera innecesaria, nadie los podía ver, nadie los estaba mirando. Se palpaba en el ambiente que esta ausencia de movimiento en las calles de una ciudad que, por lo general, no llega a cerrar el ojo, sólo podía deberse a algo importante, algo que justificara aquel abandono... claro... final de un año, la entrada de otro nuevo. Todo el mundo lo celebra de una u otra manera... los edificios, repletos de hogares —en el sentido emocional del término— a rebosar, esos sí. En ese preciso instante —poco antes de las doce de la noche del último día del año— los hogares secuestran por unos instantes el movimiento de las ciudades, incluso el de las más bulliciosas e insurrectas. Madrid no es una excepción a esta regla.
Y ahí estaba yo... caminando por esas mismas calles húmedas, frescas y secuestradas. Dejándome llevar por las originales melodías de Manel y por su característico sello como productor, compositor y músico. Personal e intransferible, siempre rico y lleno de influencias, matices... Pocas personas tienen el valor —y/o capacidad— de realizar un trabajo en el que desplegar con humildad el catálogo emocional-musical del que se dispone. Hay que ser muy bueno para poder hacerlo puesto que, de lo contrario, se puede caer en la ostentación, en el absurdo... en el ridículo. Hay cosas que solo se pueden permitir dos o tres privilegiados. Uno de ellos, desde luego, es Manuel Galán. Abulense. Me consta que la ciudad amurallada le da el debido valor a este creador... lo que no tengo tan claro es si es plenamente consciente de lo que tiene entre manos, consciente de su valor real como creador. El mundo artístico-musical y su consumo e industria andan tan descabezados y desjerarquizados que uno no sabe ya si existe verdadera conciencia de lo que vale y lo que no. Cuando un pavo real despliega su vistoso arsenal de galán gallináceo, con el fin de impresionar y conquistar a sus pavas, se expone y exhibe orgulloso, desvergonzado, sabedor de que la belleza de su peculiar plumaje llamará la atención de aquellas. En este trabajo Manel exhibe plumaje... pero de otro modo... mero efecto colateral puesto que lo hace de manera humilde, el objeto final no es la conquista, no es gustar por gustar, no es el de exhibirse... más bien es un desahogo vital y personal... porque sabe cómo y porque puede.
Sabe y puede porque ejercita su creatividad, no la deja morir... se quiera o no, la creatividad también es un músculo que hay que ejercitar, caso contrario se agarrota, anquilosa, pierde fuerza. Como decía el otro... rust never sleeps. Esto lo sabe bien Manel y lo repite con frecuencia.
Sirva de ejemplo lo siguiente (y que sirva de ejemplo a quien quiera poner un poco de motivación, creatividad e interés en su vida). Manel tiene un grupo de amigos (amigos y familiares) con los que se reúne una vez al año. Todos han adquirido un «compromiso» entre ellos: en cada cita, se comprometen a «crear algo», cada cual dentro de sus aptitudes, querencias o gustos . Cada año se encuentran y exponen sus respectivas creaciones que, según me consta, puede llevarles tiempo... hasta altas horas de la madrugada... ¿qué menos, no? Nadie les obliga... cada uno se compromete. Sin más. ¿Que a uno le gusta hacer música? Pues se compromete a componer algo durante el año siguiente; ¿a otro le gusta escribir? Pues se compromete a presentar un relato; ¿otro es buen pintor? Pues se compromete a pintar un cuadro para la siguiente reunión, y así sucesivamente con todos los amigos del grupo. De modo que, si tenemos claro que dinero llama a dinero... que a nadie le quepa duda: creatividad llama a creatividad. Algo tan sencillo como un grupo de amigos... y un compromiso.
No cuento esto de manera gratuita, en el libreto de este proyecto hay mucho de ese compromiso; Manel comparte con quien tiene la copia física del disco en las manos un poquito de ese compromiso, obras de sus amigos y familiares. Gracias a esa magnífica ocurrencia del compromiso, tuve la oportunidad de conocer a Pedro Neira Espolita, el genio de la pintura que finalmente dio vida a los personajes de Triolocría con sus trípticos. Pocas cosas me han dado tanta satisfacción en la vida, lo puedo asegurar. Pedro, es otro amigo más en ese «compromiso». ¿Hay forma más sencilla de luchar contra el rust que decía Neil Young? Lo dudo. Así las cosas, Pedro también acabó haciendo la portada de este disco de Manel —Vientos de Esperanza— . Y qué portada... es un genio (maquetada por Toño Maroto, otro incólume perfeccionista; también maquetó nuestro proyecto).
Dada la cercanía de músicos como el propio Manel, Rodri Pérez, Luismi Navalón, Javier Paxariño (por el que todos nosotros tenemos especial cariño y afecto)... o el propio Toño con su maquetación, o el mismo Trus (Pedro Neira) con sus pinturas, no puedo evitar pensar que ambos proyectos, quizá no sean hermanos... pero primos hermanos desde luego que lo son. Y todo ello gracias a un único vínculo familiar que todo lo une: Manuel Galán y Producciones Aguijón (el productor y su sello). No es cuestión de dinero, no son ventas, no es comercio... es artesanía. Es hilar fino... al detalle, es mucho trabajo... mucho. Cuando los creadores se ven forzados a renunciar a los ingresos de sus obras por carecer de infraestructura o estar al margen completamente de la industria... ¿qué queda? ¿dónde está el éxito? ¿en las ventas?... no... el éxito es el respeto. Cuando un creador/productor produce algo que, independientemente de gustos, se hace respetar por sí mismo... alcanza el éxito. Al menos el personal, entiendo yo. Y sospecho que Manel debe tener una opinión más o menos parecida, a juzgar por nuestras charlas. Cuando Manel me entregó la primera mezcla del proyecto Triolocría, escribió en la funda de cartón lo siguiente:
[...] en este CD te llevas lo que para mi representa el éxito en la vida, hemos TRIUNFADO. Lo que pase a partir de ahora será otra historia [...]
Puntos suspensivos, muy bien utilizados en ese caso. De modo que conseguir que un proyecto se haga respetar por sí mismo, al margen de gustos musicales, me parece que es alcanzar en cierta medida lo que algunos entendemos por éxito. Creo que es el caso de este disco y, en general, de los proyectos que ha ido desarrollando Manel en su estudio, Producciones Aguijón. Creo que este es un factor clave para familiarizarse con su sello discográfico.
Quien me conoce, sabe que tengo tendencia a perderme y entretenerme en los aspectos conceptuales de las cosas... lo sé.
El caso es que todavía no había llegado a casa... semáforo... ¿paro? ¿para qué? Corte número cinco... La Luna Roja hechiza... qué flauta, cómo se sale Paxariño por enésima vez... qué violín (Diego Galaz)... Luismi Navalón al bajo (el Jaco Pastorius español, mira que lo tengo dicho), Anye Bao a la batería siempre fuera de serie, Rodri (nuestro Rodri, el único) y claro... Manel, autor de todo esto. Desisto... no puedo —ni debo, ni quiero... no soy quién— analizar musicalmente este trabajo... ¿por qué? ¿para qué? ¡Se defiende solo! Me pasa lo mismo que al parar en el semáforo de estas calles desiertas... seguir andando, seguir escuchando y callar. Punto. Más que suficiente. Escucho este violín y podría estar escuchando una Trasatlantic Session de la BBC perfectamente. Gran trabajo, exquisito. ¿Y qué me decís de la flauta a partir del minuto 2:05? Esa flauta grave... solo escuchando... «¿palabras para qué?» —que suelen decir los portugueses—.
Pero el paseo se hizo grande cuando llegó el corte séptimo... cuando al andar en soledad por las calles de Madrid, en ese preciso momento en el que finalizaba el año, nadie a la vista... entra el sopranino de Javier... sin palabras. Consiguió hacer que, por un instante, esta ciudad me pareciese menos hostil. Qué buena composición, qué gran música. Y qué buenos interpretes... este es el tipo de cosas que me hace no perder la esperanza... puesto que si la industria musical ha sucumbido por completo es, definitivamente, porque lo merece y por su culpa... por su gran culpa; porque músicos haberlos haylos. Vientos de esperanza.
Pasada la Castellana, empiezan los toques de la última y grandiosa Open Song V2... si lo que comentaba arriba del despliegue de Manel se asemejaba al plumaje de un pavo real luciendo colorido... aquí ya se sale por todos los lados... ni pavo ni pavas... 12:29 minutos de auténtico derroche, de saber hacer... MANO A MANO con Rodri Pérez... entre los dos se ventilan esos doce minutos y medio de temazo tocando todos los instrumentos... todos... todos no...
A excepción del final... impresionante final... a cargo de Ana, prima de Manel. Qué final... fue el punto en el que el disco me dio el tiro de gracia... puesto que ya enfilaba mi calle, angosta y desierta... eché mano al bolsillo, saqué las llaves y abrí el portal... obligado vistazo al buzón por si había correo (¿a quién se le ocurre hacer semejante comprobación un 31 de diciembre a media noche?). La escalera a oscuras y el piano sonando, retumbando en mi cabeza... la casa vacía, y el año acabando. Vientos de Esperanza.
Enhorabuena a todos... que sigan naciendo proyectos como este, larga vida a Producciones Aguijón.
Poco más puedo añadir, insisto, lo mejor es escuchar y callar. Sin embargo, no querría terminar este artículo sin dar mi más sincera enhorabuena a Ana por ese piano final, es arrebatador. Supera con creces el nivel de infinidad de trabajos que se ven por ahí, esos acordes han sintetizado, en mi opinión, el mensaje que Manel pretendía transmitir en la totalidad del disco... melancólico y, al mismo tiempo, esperanzador... todo ello de manera tremendamente elegante. No se me ocurre mejor guinda para finalizar este proyecto. No me extrañaría escuchar esos acordes algún día en alguna película o algo por el estilo. Y el que lo dude, que lo escuche; podrá comprobar a qué me estoy refiriendo... pero claro... allá cada cual.
GENIAL..!!!!
ENHORBAUENA POR EL TRABAJO EXQUISITO SI SEÑOR..!!!
Y POR EL ARTICULO......UN VIENTO DE ESPERANZA QUE DISEMINE LAS NUEVAS SEMILLAS POR TODO TERRITORIO FERTIL PARA QUE GERMINE CREZC......QUE SIGA SOPLANDO EL VIENTO