MRM — Raqueta

Micro­rre­la­to Musical

Shelter from the storm — Bob Dylan

Juan­cho tie­ne once años y está a pun­to de aban­do­nar la infan­cia como quien dice. En un abrir y cerrar de ojos empe­za­rá a poner­se ner­vio­so al cru­zar media pala­bra con algu­na com­pa­ñe­ra de cla­se. Pero de momen­to está a sal­vo. Lo que más le gus­ta hacer es sacar la bici y per­der­se en com­pa­ñía de un perro del que no sabe ni la raza. Raque­ta, que así lo ha bau­ti­za­do, siem­pre anda suel­to y a su albe­drío por la urba­ni­za­ción en la que vive Juan­cho. De momen­to nadie le cono­ce due­ño o parien­te... ni cer­cano ni lejano. Bas­ta pisar el asfal­to de las entre­la­za­das calles de su zona resi­den­cial que Raque­ta, siem­pre ácra­ta y fiel, apa­re­ce con el mayor de los espí­ri­tus libres. Esa sen­sa­ción de fide­li­dad le hace a Juan­cho ser feliz por­que, entre otras cosas, no quie­re ser su due­ño... más que nada quie­re ser su ami­go. Raque­ta es un San­cho que cabal­ga a la dere­cha de su bici­cle­ta uti­li­zan­do su fres­ca y húme­da nariz para aler­tar de cual­quier peli­gro o cosa intere­san­te. Raque­ta apa­re­ció en la urba­ni­za­ción veni­do de la nada con una raque­ta rota enca­ja­da en el cue­llo. Varios veci­nos inten­ta­ron hacer­se car­go del perro, qui­tar­le la raque­ta e inclu­so lla­ma­ron a la perre­ra... pero nada... nin­guno fue capaz de hacer­se con él. El perro deam­bu­ló por la urba­ni­za­ción duran­te días sin que nadie fue­ra capaz de sacar­le la raque­ta de enci­ma. Un día, Juan­cho había deja­do la bici­cle­ta en el sue­lo y esta­ba sen­ta­do en un bor­di­llo para atar­se las zapa­ti­llas. Al levan­tar la vis­ta, se encon­tró de fren­te a un perro que le mira­ba fija­men­te a los ojos, sus­pi­ran­do afa­no­sa­men­te mien­tras la len­gua le col­ga­ba como un pén­du­lo de la man­dí­bu­la. Su mira­da era direc­ta y pací­fi­ca ade­más de muy expre­si­va gra­cias a las dos cejas pelu­das que arquea­ba en la frente.
–Ven aquí perro, que te qui­to la raqueta...
Y con el menor de los esfuer­zos, Raque­ta se dejó ayu­dar por Juancho.
Des­de enton­ces, cabal­gan jun­tos por la urba­ni­za­ción des­ha­cien­do entuer­tos, pro­di­gan­do el bien y evi­tan­do el mal. Lo habi­tual con once años, dicho sea de paso.

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