MRM — Crazy

Micro­rre­la­to musical

Patsy Cline, Crazy

Ella tenía las manos lle­nas de hari­na y el delan­tal pues­to. Al levan­tar la vis­ta y mirar por la ven­ta­na, se dio cuen­ta de que lle­va­ba tan­to tiem­po ama­san­do, que ya no dis­tin­guía si lo que esta­ba ama­san­do era el pan o sus pro­pios pen­sa­mien­tos. Aún con la mira­da per­di­da en la ven­ta­na, levan­ta un dedo enha­ri­na­do para colo­car de nue­vo la agu­ja en el vini­lo... Se da cuen­ta de que el delan­tal se ha des­ata­do y lo vuel­ve a enla­zar por la espal­da, dejan­do caer la laza­da sobre la fal­da ver­de y blan­ca que encor­se­ta sus anchas cade­ras. Hoy, él tam­po­co ven­drá a cenar. 

Y sue­na por enési­ma vez el vinilo...

 

MRM — The train and the river

Micro­rre­la­to musical

The Train & the River, Jimmy Giuffre 1957

La ver­dad es que no sé por qué lle­va­mos tan­to tiem­po sin acer­car­nos el uno al otro... es más la deja­dez y la pere­za que otra cosa. El can­san­cio qui­zá. No lo sé. Por algu­na extra­ña iner­cia nos hemos aco­mo­da­do tan­to, que no esta­mos ni para robar­nos pla­cer mutua­men­te. Supon­go que ha sido por eso que me ha sor­pren­di­do tan­to lo de hoy, me pilló des­pre­ve­ni­do. Al lle­gar a casa he col­ga­do el abri­go y deja­do las lla­ves en el pla­to de la entra­da... un acto bur­da­men­te mecá­ni­co que repi­to sis­te­má­ti­ca­men­te al entrar en casa. Gene­ral­men­te ni siquie­ra miro... tiro las lla­ves al pla­to y espe­ro escu­char el corres­pon­dien­te soni­do. Pero hoy... eh... hoy no han sona­do. En medio del pla­to había unas bra­gas, sos­pe­cho­sa­men­te bien ubi­ca­das. Casi sin dar­me cuen­ta escu­cho músi­ca des­de algún lugar de la casa... Reco­noz­co ese tren y ese río... Poco más hay que aña­dir... no tuve más que seguir el cau­ce del río has­ta dar con el tren. Qué fáci­les son las cosas a veces.

MRM — Farewell San Francisco

Micro­rre­la­to musical

Farewell San Francisco, Chet Baker

En la barra había dos ami­gas sen­ta­das cuyas nal­gas reba­sa­ban los lími­tes de los tabu­re­tes acol­cha­dos. Curio­sa­men­te, ambas ves­tían dos tra­jes de un color bas­tan­te seme­jan­te y des­lu­ci­do, un color que casa­ba fran­ca­men­te bien con el ambien­te deca­den­te del lugar. Al sen­tar­me en la barra pre­gun­té al cama­re­ro, que con­ver­sa­ba ani­ma­da­men­te con las dos muje­res, si era cos­tum­bre de la casa uti­li­zar el ter­cio­pe­lo has­ta en los posa­va­sos... a lo que él con­tes­tó: ¿aca­so cono­ce usted mejor mate­rial para un sitio aca­ba­do? Y lo cier­to es que ante tal obvie­dad no pude más que reac­cio­nar pidien­do un tri­ple seco, Coin­treau a ser posi­ble. Las dos ami­gas aga­rra­ron sus tabu­re­tes y los colo­ca­ron a mi lado... uno a cada lado, para ser exac­tos. Esta­ban deci­di­das a diver­tir­se a mi cos­ta aque­lla noche... tam­po­co es que me importara.

 

MRM — Strange Fruit

Micro­rre­la­to musical

Billie Holiday, Strange Fruit

Unas ramas caen sobre el capó del buick poli­cial apar­ca­do en la cune­ta del camino. La inten­ción es ocul­tar­lo de for­ma a no ser vis­tos des­de el cru­ce de Mille­r’s, por don­de se supo­ne que vol­ve­rán en comi­ti­va des­pués del ahor­ca­mien­to. Los dos chi­cos fue­ron saca­dos de la caba­ña de madru­ga­da y poco más se supo de ellos. La infor­ma­ción es ambi­gua, serán ahor­ca­dos en algún árbol per­di­do de Hill Valley. Para­do­jas de la vida, en el canal dos de la radio del buick, Holi­day le can­ta a esas extra­ñas fru­tas que cuel­gan de los árbo­les del sur. En cual­quier momen­to ten­drán que pasar por el cru­ce... y allí les esta­rán espe­ran­do, ocul­tos bajo el rama­je de la cuneta.