Una de las pegas que mis compañeros me suelen poner en los ensayos es el tema de las afinaciones de la guitarra. Cambio casi constantemente de afinación —casi de canción en canción— y eso entorpece muchísimo el ensayo —no digamos ya el directo—. Craso error. ¿Error? Reconozco que es un fastidio. Pero tengo plena convicción en ello y lo puedo argumentar. Al final, todo se reduce a una cuestión de opciones de vida —esta afirmación puede resultar un tanto absurda en relación a este tema (afinaciones de guitarra) dicha así de sopetón y sin previo aviso; pero, repito, todo tiene un por qué… me dispongo a explicarlo—.
Para hilar mi argumento necesito establecer un paralelismo, es necesario establecer la comparación de una afinación de guitarra con un planeta.
Al igual que cualquier planeta, una afinación es un terreno o lugar susceptible de ser explorado. Dotado de una orografía concreta, una climatología, una dinámica interna… ¿Cuántos exploradores han arriesgado sus vidas en el planeta Tierra? Gracias a ellos, conocemos mejor el lugar en el que vivimos. Sin embargo, ¿podemos decir que conocemos a la perfección nuestro propio planeta? ¡En absoluto! Tomemos como ejemplo las llanuras abisales… ni siquiera tenemos tecnología para movernos a placer en esas zonas. Es más fácil salir al espacio exterior que bajar a lo más profundo de nuestros océanos.
Trabajar y conocer una afinación —la estándar por ejemplo: EADGBe— es crucial… es conocer la casa en la que uno vive. Memorizar las escalas y los patrones con los que moverse por el instrumento —en este caso la guitarra— sirve para seguir explorando y llegar a otros lugares. ¿Se podría decir que fueron explorados del «todo»? Se podría… otra cosa es que tal afirmación fuese acertada y/o, ciertamente, pecaría de una cierta temeridad —o falta de modestia—. Nunca se llegará a conocer un planeta del todo. La limitación no la pone el planeta, la pone nuestra condición de humanos. Con una afinación pasa exactamente lo mismo.
Uno de mis artistas favoritos, Nick Drake, utiliza una afinación —o al menos yo la utilizo para tocar una de sus canciones— que es la siguiente: BEBEbe… ¿Qué significa esto? Significa que tocar una guitarra con esta afinación es DIAMETRALMENTE opuesto a hacerlo con la afinación estándar. Significa que si, por un casual, soy el tipo que más escalas sabe del mundo y que mejor sabe improvisar, todos los dibujos y patrones que hubiese aprendido en este caso no me servirían para RIGUROSAMENTE nada. Es decir: empezaría de cero —un cero muy relativo, claro está… puesto que se presupone que ya sabría música y podría ir abriéndome camino con más acierto que otras personas—.
Es como si, de alguna manera, dejáramos la Tierra y visitáramos Venus, por ejemplo. Hasta las propias leyes de la gravedad cambian… la Física me sería útil en tanto en cuanto la sepa aplicar fuera de mi planeta de procedencia —la Tierra— en caso contrario, de nada me serviría.
Creo que con las afinaciones pasa algo análogo. Pero, iría más allá.
John Martyn, por ejemplo —otro de los grandes—, utiliza afinaciones que destrozarían el cerebro de unos cuantos… también lo hace Joni Mitchel —¡gran mujer!—, el propio Nick Drake y una infinidad de artistas a lo largo y ancho del panorama musical presente y pasado. Esos «terrenos» por los que se movieron esos artistas son, en sí mismos, pequeños «planetas» o territorios explorados —en ocasiones descubiertos incluso— por artistas que, dado un momento determinado, pensaron que tenían algo que contar «desde esas tierras». Cuando uno utiliza o se sumerge en una de esas afinaciones de guitarra SABE que el terreno será en mayor o menor medida inhóspito… no lo conoce y quizá no esté en su salsa… sin embargo: ¡disfruta del paisaje!
Cuando se utiliza una de esas afinaciones uno se acaba sumergiendo de lleno en un mundo nuevo; unas veces fácil de explorar, otras no tanto; unas veces demasiado agreste, otras un paraíso; unas veces bello, otras no tanto; pero SIEMPRE un viaje interesante. Un viaje que, indirectamente, transcurre atravesando los mismos campos, montañas y ríos, por los que anduvieron explorando otros artistas con anterioridad. O, en último caso, una afinación que uno mismo ha inventado-descubierto-ideado… explorando directamente sin intermediarios. En cierta medida se establece un cierto vínculo o vehículo mediante el cual existe una comunicación entre el músico que anduvo explorando por allí y uno mismo; de repente uno se encuentra explorando notas y acordes —nota: los acordes son iguales se esté donde se esté, pero su configuración-disposición no, ESA es la clave— que alguien a quien admiras ya anduvo explorando décadas antes que tú. Has llegado a ese terreno gracias a la música de aquél «explorador». Sus hallazgos en ocasiones son para uno lo que la India fue para Colón —el motivo y excusa para explorar… ¡y encontrar!— o, si se prefiere, lo que la zanahoria es al burro —menos poético, eso sí—. Esto lo dice alguien que prácticamente no se mueve de su estudio y sin embargo se pone a divagar y explorar dentro de esos «planetas imaginarios» incesantemente.
¿Cuántos planetas hay? Tantos cuanto se quiera. Unos serán lugares por los que otros músicos vagaron a sus anchas… otros los encuentras de casualidad, otros se inventan sobre la marcha pero, en cualquier caso, todos tienen su punto de interés.
La pregunta es: ¿y de qué sirve?, ¿se llegará a conocer verdaderamente —y en profundidad— alguno de esos planetas?
La respuesta: ¿y qué más da?, ¿es que acaso es necesario llegar a ser el mejor explorador de la tierra? A lo mejor sólo apetece darse un paseíto por la sierra de Gredos un día… otro día un paseíto por Marte —haciendo escala en la Luna… ¡claro está!—; disfrutar del paisaje… del nuestro, del de otros, de aquellos absolutamente desconocidos; otro día ver que hay más allá de Orión o sencillamente ver C‑beams brillando en la oscuridad más allá de la puerta de Tanhauser (guiño a los fanáticos de Blade Runner como yo).
Las afinaciones de guitarra se me antojan pues, como planetas deseosos de ser explorados. Y yo me muero por explorarlos.
¿Se puede tocar todo en una guitarra con su afinación estándar? Pues sí… o mejor: «sí» (entre comillas). Utilizar una afinación abierta, por ejemplo, da muchísimo juego para jugar con las cuerdas al aire; ese detalle confiere una cierta gracia a la técnica del fingerpicking. Tiene su interés —quizá no siempre— en según qué ocasión.
En cualquier caso, y para concluir, reconozco que cambiar las afinaciones de la guitarra es complicarse la vida, ¡qué duda cabe!, pero… ¿y los lugares con los que te acabas topando?, ¿los obviamos? A veces merece la pena complicarse la vida un poquito (pero solo un poquito). Todo se reduce pues a opciones de vida como decía al inicio ya que, ¿qué clase de persona se es?, ¿aquella que decide enraizar en un sitio y abarcarlo hasta que dé de sí?, ¿o aquella que lejos de quedar parada, va explorando allá por dónde le interese sin echar raíces en ninguna parte? Son dos paradigmas muy frecuentes entre las personas y ninguno de ellos tiene por qué ser mejor que el otro. Podrían ser incluso complementarios. Es cuestión de carácter… de, como decía, opciones de vida.
Yo por ejemplo reconozco que en la guitarra soy ese culo de mal asiento, fuera de ella soy absolutamente todo lo contrario.
Paradojas de la vida.
Nota para los compañeros de Triolocría: Supongo que los ensayos serían más fluidos si tuviera diecisiete guitarras a mano… dejaría cada una en su respectivo… «planeta», y no habría más que ir cambiando como lo hacía El Principito de Saint-Exupéry. Por el momento, chicos, me temo que tendré que seguir dando por saco en los ensayos; cuando Triolocría de dinero me compraré las guitarras que sean necesarias!! :pppp (tranquilos, ya estoy lo suficientemente en la parra —como acabo de demostrar en este artículo— como para encima esgrimir que Triolocría dará dinero… por supuesto, era una broma!! A tanto no llego!)
Nota general: ¿por qué demonios tendré que transformarlo todo en algo casi metafísico? ¡Qué pesadilla!, ¡si no son más que las afinaciones de la puñetera guitarra!
entonces, tú, no desafinas nunca ?
Con más frecuencia de la que quisiera... a lo mejor precisamente por andar trasteando todo el rato con las cuerdas arriba y abajo.
Gracias por la visita, un saludo.