MPAGDP: La música portuguesa gustándose a sí misma
Rediseñando géneros...
Luis Asiaín — «Fado das horas» de Maria Teresa de Noronha. from MPAGDP on Vimeo.
MPAGDP: La música portuguesa gustándose a sí misma
Rediseñando géneros...
Luis Asiaín — «Fado das horas» de Maria Teresa de Noronha. from MPAGDP on Vimeo.
La primera vez que escuché a Joni Mitchell mi madre andaba por casa, yo me senté en el sillón… enchufé la tele y encontré esto:
Enlace al clip aquí, no está autorizada la inserción.
Aún jovencito, no conocía The Last Waltz… —¡cómo me gustaría volver a conocerlo por primera vez!— Cuando Joni sube al escenario a cantar Coyote tampoco me llamó tanto la atención… pero cuando terminó la canción no paraba de pensar… «who tha f… is that woman!?»
Carta abierta al ministro de Cultura José Ignacio Wert (2012) en respuesta a la entrevista publicada en Rolling Stone el día 5 de abril de 2012.
Estimado Sr. Ministro…
¿De qué «Guindos» se cae usted? Con todos mis respetos y sin acritud… ¿sabe usted de lo que está hablando?
Debo decirle que su entrevista me ha lanzado un par de dardos envenenados que, a pesar de haberlo intentado, no he sido capaz de esquivar… me han alcanzado y dolido. Querría dejar sus palabras al margen de mis preocupaciones cotidianas, pero el sentido común me impide conseguirlo.
No me preocupa tanto que se digan cosas como «los músicos tendrán que acomodarse a esta situación. Probablemente deberán cobrar menos y conseguir que se involucre más la iniciativa privada, los patrocinadores…». Me preocupa, sobre todo… que lo diga el ministro de Cultura. Me veo obligado a deducir de su aserción que no sabe de lo que está hablando… y eso, viniendo de quien viene, no es admisible. Lo siento, pero no lo es.
Siendo esta una carta abierta, quizá no debería remitirle a un documento (Pajaros_y_Semillas_2011) que yo mismo elaboré en relación al papel del ministerio de Cultura —y/u otras instituciones— en relación a la Música y su industria. Sin ánimo de ser pretencioso, créame que ese documento le podrá ser útil, al menos, para comprender la perspectiva de aquellos a los que menciona en su entrevista, los músicos. Sí porque… ¿no creerá usted de veras que la industria nos representa?
Permítame la osadía de explicarle algo que, como ministro de Cultura, debería usted saber y, mucho me temo, no es el caso —tampoco lo era el de su antecesora—. ¿Sabe usted acaso cuál es el verdadero valor de un músico-compositor más allá de clichés y a diferencia del resto de artistas?
El músico-compositor es el único artista capaz de generar riqueza susceptible de ser propagada, reproducida, reinventada, reinterpretada, infinitas veces, en diferido —post mórtem—… y sin que ustedes —instituciones— pongan un duro.
Cuando un pintor finaliza su obra, ésta podrá generar riqueza en el futuro; cuando un escultor termina su obra, ésta podrá generar riqueza en el futuro; cuando la señora González-Sinde termina un largometraje, éste podrá generar riqueza en el futuro… pero ninguna de esas obras será la herramienta con la que miles, quizá millones de individuos por todo el mundo, se ganen los cuartos para poder comer —en sentido literal—. Incluso después del fallecimiento del artista-autor.
Las composiciones musicales son creaciones que adquieren vida propia, viven por sí mismas en la psique de infinidad de individuos al margen —y más allá— del autor que las creó. Una escultura no se reproduce miles de veces —al menos no es su propósito, otra cosa es que se pretenda hacer con ello merchandising, en cuyo caso estamos hablando de otra cosa—. Lo mismo pasa con un cuadro… sí, puede convertirse en un icono… podrá ser reproducido en infinidad de ocasiones, pero el original es un tangible irrepetible.
Sin embargo, la obra de un músico está sujeta a constante reinterpretación… esa reinterpretación —si la composición lo vale— alimenta en sentido literal a millones de personas. Sí… no me quedo corto… a millones. Todo ello sin que ustedes —repito, instituciones— pongan un duro.
Dice usted que le gustan los Beatles… ¿sabe cuántas veces habrá sido interpretada —por otros individuos— «Hey Jude»? ¿Cuántas veces habrá sido interpretada… y reinterpretada —¿puede algo ser más versátil que eso?—? ¿Se da usted cuenta del potencial alcance de una buena composición? ¿Cuántos músicos habrán interpretado «Yesterday» en el metro de infinidad de ciudades por todo el mundo para intentar subsistir? ¿De quién parte esa «herramienta» que les permite sacar cuatro duros sin la ayuda de nadie?
Las buenas composiciones se perpetúan en el tiempo sin ninguna ayuda institucional, lo hacen ellas solitas y, para colmo, dan de comer a quienes las interpretan. Por eso, las buenas composiciones son tan jugosas para la industria —son objetos que se venden por sí solos, juegan con las emociones humanas, con nuestros sentimientos—. El problema, es que en infinidad de ocasiones, ser capaces de identificar aquellas que aguantarán el paso del tiempo requiere bastante rodaje, práctica y estar curtido en el terreno —como sucede con cualquier otro Arte, qué demonios—. El caso es que unas se perpetúan —al margen de industrias— y otras no.
Entonces… llega usted —ministro de Cultura—, y declara públicamente «Estamos en la protección más rigurosa de los creadores» y «Probablemente deberán cobrar menos y conseguir que se involucre más la iniciativa privada»… y se queda tan ancho. Eso solo demuestra no tener NI IDEA de lo que está diciendo; desconocimiento del medio total y absoluto.
Su frase está mal enunciada y eso, como compositor que soy, no se lo puedo permitir… lo correcto habría sido decir: «Estamos en la protección más rigurosa de la industria musical». La misma que se nutre y abusa de compositores, ESOS a los que no les reconocen importancia alguna, en ocasiones, ni sus padres —salvo, si ganas dinero, en cuyo caso sí—.
¿Cobrar menos por las actuaciones?... ¿Pero acaso es usted consciente de lo que cobra un músico al uso por una actuación?... ¿y cómo lo cobra?... ¿y cuándo? Sepa que miles de trabajadores de la Música en este país se acaban de acordar de usted al leer esas palabras. Yo, como le dije… no solo me he acordado, también tomé la decisión de remitirle esta carta abierta. Desconozco si le llegará, pero al menos le responde.
En este país nuestro —de farsa y absurdo— no existe «ocupación» —ya ni me atrevo a llamarle trabajo puesto que todo se cobra en negro— más denostada que la de músico. Y por favor, no busque los cuatro casos visibles gracias a la industria… ese NO ES el músculo musical de este país… lo que la industria difunde NO ES en ningún caso representativo de lo que se hace aquí… en España, que es mucho y bueno.
¿Mucho y bueno?... entonces… ¿cómo se explica la tremenda crisis que vive el sector? —se preguntará usted—; la industria musical en España está en crisis, porque la propia industria musical ES el problema. Ni más, ni menos. La mentalidad especuladora no se materializó solamente en el ladrillo… esa misma cultura la hemos impregnado los españoles hasta en las servilletas de los bares… ¿qué esperábamos?
Por tanto, como músico y compositor al uso —soy nada y nadie— le ruego como ministro de Cultura que es: ¡hable con propiedad! Le ruego que se ajuste a la realidad y banalice lo menos posible en relación a nosotros… que ya bastante tenemos con tener que aguantar la mierda de vida que llevamos gracias, en parte, al abandono de las instituciones de este país. Ya ni le pido que nos ayude… sencillamente que nos deje en paz… cuando salga de la habitación, tenga la delicadeza de cerrar la puerta por fuera y poner el cartel de «No Molestar» en el picaporte. No solo tenemos que aguantar a farsantes con ínfulas de empresarios musicales —tuercebotas mal educados, para que me entienda—, cobrar en negro, no tener estabilidad y reconocimiento alguno, trabajar mal, tarde y poco… para que encima aparezca el ministro de Cultura diciendo que nosotros… debemos cobrar menos. La mayoría del dinero que recibimos NI SIQUIERA está registrado en hacienda… por tanto, en términos oficiales, ¿cómo podemos cobrar menos que 0€?
Pues yo se lo diré… pagando. ¡Ah!... ¿Que no lo sabe?... en ocasiones son los propios artistas los que alquilan las salas para poder dar conciertos… ¿no sabía? Bueno, pues ya se lo hago saber en esta carta.
De modo que en lo que a nosotros concierne, recorte usted lo que le dé la gana, puesto que los músicos-compositores-intérpretes de base NO recibimos rigurosamente ninguna ayuda por parte de las instituciones; ni siquiera de manera indirecta a través de una buena regulación laboral —quien sí recibe esas ayudas es la industria y todos aquellos que están en mayor o menor medida relacionados con aquella—… pero la base, la gente que anda por la carretera, por los bares, los que pagan para alquilar una sala para poder dar un concierto de quintas a brevas, llevamos toda la vida acostumbrados a no existir y a no estar regulados —de facto—.
Pero al menos, por el cargo que ostenta, muestre un poco de respeto por un colectivo mancillado y utilizado por unos y otros con fines más bien ajenos a lo nuestro… la Música. Este colectivo nuestro se ha curtido —y curte— a base del olor ácido a vómito atabacado que emana de los gaznates estresados de las noches fiesteras de nuestra España rural… suficiente vómito. Guárdese el suyo —el dialéctico— para usted. Por nuestra parte estamos servidos.
Y sepa que, por suerte, alguna ventaja habría de tener vivir al margen de esta industria zafia, hipócrita, ladrona, cínica, rastrera, ególatra y paleta… la mayor y mejor ventaja: la libertad. Ser libre.
Ser libre para poder decirle con todo respeto y sin acritud… señor ministro por favor… no nos toque las pelotas, y métase en lo suyo, que NO es en ningún caso el colectivo de músicos y creadores musicales de este país. Cíñase a la industria, y déjenos en paz a los MÚSICOS… que bastante tenemos ya.
¡Ah! Y al salir y cerrar la puerta por fuera, no olvide dar recuerdos a la procaz señora González-Sinde… quizá no lo sepa usted, pero a pesar de su apariencia zangolotina, nos tocó las pelotas a los músicos de manera tan soez e hipócrita que aún conservo doloridos los conductos deferentes. Con todos mis respetos, eso sí.
Sin más asunto reciba un cordial saludo,
Luis Asiaín.
Pd.- Dedico de todo corazón estas palabras a TODOS LOS MÚSICOS DE ESTE PAÍS, hombres y mujeres que sufren cotidianamente la frustración de no realizarse en términos vitales por culpa de una sociedad que ha decidido abandonarse, dejarse llevar, alienarse. Hoy está más valorado un individuo al que no le tiembla el pulso al firmar un desahucio (porque es su deber), que cualquiera que se dedique al Arte (y no gane buen dinero... claro).
Enrique Dans difunde la carta:
Y el ministro reacciona:
Tengo una extraña sensación. En esta época en la que se nos revende el producto «Europa»… no soy capaz de tener claros ciertos asuntos. Me parece que los mismos que andan gestionando-diseñando el modelo europeo actual por un lado, fomentan su destrucción por otro. Esto para muchos puede resultar una evidencia y, por extensión, quizá sea innecesario dejar constancia de ello en una reflexión como esta… sea como fuere, ahí va de todos modos. Intentaré ser breve esta vez.
En mi casa siempre ha sonado Música. Punto —no puedo ser más lacónico—. En la casa de muchos de nuestros padres, cuando eran jóvenes, sonaba Música… en la radio, en los aparatos de la época, etc. En las baldas de los muebles de mi casa, cuando era pequeño… allí dónde quedaban organizadas las cintas de cassette —por cierto, ya van 50 años—, vinilos y demás, solía encontrar siempre material reflejo de los gustos musicales de mi madre —como sucederá en tantos otros casos—. Ese material era el fruto de una vida consumiendo y escuchando Música desde su juventud.
Pues bien, en esas baldas… en esas estanterías, había más Europa que la que se emite durante un año entero por cualquiera de las televisiones o emisoras de radio que circulan por ahí —me refiero a los medios comerciales—. Así, músicos italianos, franceses, portugueses, griegos, españoles, entraban en casa e, indirectamente, transmitían «Europa» a través de sus canciones. Este consumo heterogéneo de Música europea era mucho más generalizado en el pasado que ahora… supongo que es algo evidente.
Cierto es que en el aspecto lingüístico, como ya sabemos, España siempre ha ido a la cola o, cuando menos, hemos sido más cerrados que el resto. En el pasado, los músicos italianos, franceses, etc… tenían que adaptar sus letras al castellano para poder entrar en el mercado español. Incluso hasta hace no tanto, artistas como Ramazzotti, Pausini y compañía tenían que hacer lo mismo. Recordaremos aquella ola de músicos italianos que en los noventa tuvieron tanta presencia en España —so pena de alterar sus letras al castellano, repito—, ¿dónde están? No queda ni eso. Ni rastro. Ni siquiera adaptando letras al castellano.
En tiempos, adaptar una letra al castellano se hacía para entrar en el mercado… para posteriormente meter un repertorio, evidentemente, en un idioma original. En los noventa, los discos se adaptaban al completo y, en caso de dejar una letra sin traducir, se hacía de manera simbólica por deseo expreso del autor. Poco más. Por supuesto, estoy dejando al margen todo el sector anglosajón… ese sería otro debate absolutamente distinto; esta reflexión se refiere exclusivamente al consumo de música europea —en varias lenguas— que se daba en el pasado y que, por mucho que pueda extrañar, transmitía más sentimiento de Europa que cualquier iniciativa política europea.
Es más… me parece que éramos más «Europa» antes que ahora. Estamos muy encerrados en nosotros mismos. «Los otros» son potenciales adversarios —tirar de clichés siempre ayuda—, los griegos unos vagos… los alemanes cuadriculados, los franceses unos chovinistas… en fin, ya sabrán a lo que me refiero.
… ¿entonces?
Tomemos como ejemplo alguien de mi edad en el momento de tener seis años… íbamos a la «estantería de la Música» y allí había Europa… en mayor o menor medida… pero solía haber algo. Tomemos por otro lado un chaval de seis años ahora… va a la estantería a la que nos referimos —ya casi no quedan ni los cd’s… pero supongamos la carpeta de Música que tiene mamá en el ordenador o… lo que sea—… me pregunto… ¿hay Europa ahí dentro? ¿Qué probabilidades hay de encontrar material contemporáneo europeo? Salvando las excepciones razonables de aficionados, profesionales de la Música, etc… probablemente encontremos muy poca cosa. Y es que Europa… no se quiere.
Parece que el consumidor ha interiorizado como legítimo el consumo de cualquier cosa comercial anglosajona… aunque no entienda ni papa, pero el mismo esquema no funciona con otros idiomas más cercanos al nuestro. Escuchar italiano… escuchar francés… escuchar portugués, no vende. No funciona. Cierto es que la industria musical ha sometido a la creación a una especie de Edad de las Tinieblas… y la originalidad brilla por su ausencia en el mainstream… sí, porque existir existe… pero no circula. La sociedad actual y su desgobierno se forja a base de castas… no solo existe una casta política; la política nos ha destrozado el sentimiento de Europa… de europeos… pero cada casta destroza el medio en el que se instala. Una casta es un esquema cáustico que deja un páramo yermo allá por donde pase. Música, Política, Periodismo… es igual. Bajo esas castas: nosotros, los ciudadanos… el músculo de cualquier sociedad, con todas nuestras diferencias y divergencias… ¡y menos mal que somos diferentes!
El consumo natural de una expresión artística como lo es la Música, se salta cualquier barrera de idioma —como es evidente y cabría esperar—… así quedó demostrado hace décadas… y siempre. Pero el consumo de hoy día no es natural, es bulímico. No sólo es un consumo bulímico, sino que además el objeto de consumo tiene la misma diferencia que un chuletón de ternera de Ávila y una hamburguesa del McDonald’s… pseudocomida rápida y sintética… un aquí y ahora que jamás trascenderá en el tiempo. Cierto es que para gustos los colores… cualquiera puede zamparse una de esas hamburguesas en un momento determinado… pero no pasa de ahí. Si me tengo que acordar de algo, me acordaré de los chuletones que me zampo en El Rancho… esas son palabras mayores… Una cosa trasciende en el tiempo, la otra es coyuntural y circunstancial.
Por tanto… en un momento de crisis como el que vivimos… sorprende que nos quieran revender el sentimiento europeo de nuevo cuando, por increíble que parezca, estábamos mucho más cercanos los unos a los otros en tiempos en los que ni siquiera compartíamos instituciones comunes… no digamos ya moneda. Algo habrán tenido que hacer mal para cargarse un sentimiento que YA teníamos interiorizado —asumidas las legitimas y saludables diferencias entre la cultura de unos países y otros… ¡faltaría más!—... al menos yo lo veo así, pero esto es como todo… allá cada cual.
Nota.- Las canciones deliberadamente seleccionadas en el post de hoy son clásicos... casi clichés; sirven para dar una idea de la trascendencia, envergadura y difusión que tuvieron en el pasado. Escuchar una de estas canciones era escuchar Europa o, al menos, escuchar una de las proyecciones de la poliédrica Europa. Hoy ni eso.
Motivos y razones por las cuales opino —y es algo muy personal— que la cantante Adele no es para tanto... la euforia que genera es algo sintética.
Para exponer mi razonamiento, primero convendría tener claro el significado de un concepto: pornografía.
Según la Real Academia Española…
pornografía.
(De pornógrafo).
1. f. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
2. f. Obra literaria o artística de este carácter.
3. f. Tratado acerca de la prostitución.
Y también…
obsceno, na.
(Del lat. obscenus).
1. adj. Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Hombre, poeta obsceno. Canción, pintura obscena.
Pero hoy en día, pornografía y obscenidad ya no se limitan a esos significados… habría que redefinir el concepto de «pornografía» para utilizarlo en esta entrada. Dentro del mundo pornográfico, existe toda una industria que genera más de 97.000 millones de dólares anuales de beneficio. La pornografía producida en EEUU es sustancialmente distinta a la que se produce en otras partes del mundo. Digamos que, la industria y los efectos especiales —como de costumbre— están allí. La pornografía americana es un paradigma muy peculiar y útil para explicar muchos aspectos de la realidad —por increíble que pueda parecer—. Me explico.
En la pornografía europea, por ejemplo, los actores son relativamente guapos… lo son, pero no son perfectos… dan una sensación de normalidad, de cotidianidad. A veces, esa «tara» se pretende contrarrestar con prácticas más extremas, de tal forma que siga encontrando un nicho de mercado —si es que lo debemos denominar así en este caso— dentro de los consumidores de pornografía del mundo. La pornografía japonesa podría ser, quizá, otro paradigma… sus prácticas llegan a rozar el surrealismo y el absurdo… perversiones que emanan de una sociedad repleta de códigos protocolarios. En EEUU todo cambia… allí es donde las industrias se emancipan y vuelven extremas. Y tan extremas. Siempre con el afán de ser los mejores y lo «más» en todo, los yanquis consiguen volverse extremos hasta el punto de alcanzar el absurdo. E ahí lo curioso del paradigma: la búsqueda de lo más rentable/óptimo por parte de una industria.
Mujeres que se acuestan con seiscientos hombres (verídico), negros con mástiles de ébano haciendo lo que les place con mujeres blancas y pequeñas, cuerpos esculturales… mujeres postizas, no postizas, jóvenes, viejas, tipas como la vecina de enfrente… todos/as haciendo cosas que le llevan a uno a pensar: madre mía lo que hace el dinero. ¿Sería capaz la vecina de hacer ESO y ASÍ con ocho tipos hormonados hasta las cejas? Enigmas de la vida. Hay infinidad de casos paradigmáticos dentro del mundo de la pornografía yanqui… John Holmes —34/38 cm—, Linda Lovelace —Deep Throat—, Peter North, Lex Steele, Savannah, Belladonna, Sacha Grey… en fin.
En el mundo del motor, los yanquis lo reflejan bien con esto:
Dar vueltas a un circuito ovalado sin parar… a ver quién lo hace más rápido. Punto. La contrapartida europea es el rally o Fórmula 1… llena de curvas y estrategias, con muchos más matices. Digamos que lo que en EEUU es músculo, potencia sin más, en Europa es más complejo… más profundo. Luis Eduardo Aute dice que el amor ha quedado relegado a un mero ejercicio gimnástico sobre las sábanas. Se puede decir más alto, pero no más claro.
De ahí el uso que últimamente le damos al concepto «pornográfico»… algo pornográfico ya no es solamente aquello relativo a la pornografía… ahora pornográfico se puede utilizar en referencia a algo que estéticamente es correcto o muy bueno —cumple con creces las expectativas, incluso las supera—, pero que carece de una parte muy importante… alma/sentido común/razón de ser. O, el alma en cuestión, es demasiado postiza… de Pladur, de yeso, ficticia… falsa, capciosa… propia de la cultura de la inmediatez en la que andamos inmersos, cuando no es abiertamente obscena, como en la pornografía original. Por esta regla de tres, cabe constatar aquello que puede ser considerado como el mayor pornógrafo de la actualidad: el marketing… cuyo objetivo es convertir todo lo que toca en apetecible y aceptable. Hasta los políticos tienen a especialistas en marketing como asesores de imagen… ¿puede haber algo más elocuente? Todo lo que recibimos por los medios de desinformación hoy en día es, a priori y por si las moscas, pornografía… luego se verá.
Carme Chacón es pornografía. Ana Botella es pornografía. Céline Dion es pornografía. Mónica Naranjo es pornografía. Esteban González Pons es pornografía. Tele Circo es pornografía. Ana Rosa Quintana es pornografía —esta, además, de la soez y depravada—. María Teresa Campos es pornografía. Antena 3 es pornografía. Los Manolos futboleros son pornografía —esta roza el delito—. Obama es pornografía. Todos los presidentes de los EEUU son un paradigma pornográfico, que cumple con ciertos parámetros de estética pública, para luego sodomizar a la ciudadanía. Los presidentes de gobierno de España ya fueron menos pornográficos, pero desde Aznar, todo ha ido in crescendo: Zapatero ha sido más pornográfico que Aznar, y cabe esperar que Rajoy acabe siendo más pornográfico que Zapatero… ley de mercado. En definitiva la existencia que nos rodea, por desgracia, es cada vez más pornográfica… y el ciudadano de a pie no se da ni cuenta. Despiste no exento de peligros, dicho sea de paso.
Entonces llegamos a Adele.
En primer lugar, es imprescindible dejar claro que esta artista tiene una voz excepcional, sin duda. Cumple toda una serie de parámetros sin los cuales, no podría llegar a donde ha llegado… encumbrada por el sistema e industria… vende. Y vende, porque a la gente le gusta la pornografía. Lo estéticamente perfecto… pero falto de algo —un algo que es más difícil de hilvanar y descubrir—. Hasta las letras de sus canciones son pasables… alguna incluso bastante buena. Vamos… que lo cumple todo… pero…
Por lo general, en los tiempos que corren se debe tener cuidado con todo aquello que emane euforia de masas… no por nada, puede ser tan bueno como cualquier otra cosa o más… pero si llega a la masa, puede llevar trampa… suele pasar. Con más frecuencia de lo que parece.
El marketing juega siempre con parámetros muy concretos… Adele es, en sí misma, la confluencia de varios… Una «chica de complexión fuerte» —así definiría un publicista en una rueda de prensa el perfil físico de la cantante… en el brainstorming privado y previo, antes de crear el producto, dirían: necesitamos a una gorda que cante bien, la gente suele asociar peso con buena voz, de modo que ahí tenemos un mercado (lo siento, es triste, pero así funcionan las cosas; es así de absurdo)—. Además, queremos abarcar un determinado sector amplio de mercado, y para ello necesitamos una estética concreta… la imagen relativamente retro confiere un aire de solemnidad y elegancia al producto que será fácilmente exportable. ¿Alguien imagina a Adele vestida con un bikini tipo Lady Gaga, medio en bolas en el escenario? Pues eso… nada sucede por casualidad. Lady Gaga se despelota porque cumple una serie de estereotipos… todos ellos dirigidos a un sector determinado de mercado. Del mismo modo que Adele cumple otros, y se canalizan hacia su sector correspondiente. Estamos ante una industria, y las cosas no suceden por casualidad. Evidentemente. Lo malo es que es una industria de algo que se pretende defender como Arte… y no dudo que así sea. Pero es «pornografiar» el Arte. No se puede tener nada en contra de Adele… es guapa, elegante, cumple, llega… pero es que por increíble que parezca, no hay mucho de excepcional en esta muchacha… los barrios están llenos de Adeles… La industria pretende convencernos de que estas personas son excepcionales… ¡es su negocio! ¡es su producto! Nadie dice que lo que hagan sea malo… desde luego cumple con las expectativas, las supera incluso… pero no es excepcional. Ni mucho menos. Adele NO es excepcional. Hay infinidad de muchachas —Adele tiene 23 años—que tienen una voz como la de Adele, o peor, o incluso mejor… y están por todas partes. Muchas que no lo saben.
En España este paradigma ya se quiso explotar con Rosa López, o Rosa de España. Es exactamente el mismo paradigma que se utiliza con Adele —salvando diferencias culturales y distancia—… pero no funcionó. Con Rosa la industria se topó con un problema… tenía corazón, sentimientos… y no era capaz de aguantar toda la basura del mundillo. Tuvo que poner un pie atrás en más de una ocasión por lo que parece, y relajar el ritmo… no todo el mundo vale para ser un instrumento de la industria. Y eso habla muy a favor de Rosa… de la que se intuye que podría ser buena persona, sensible y, en cierta forma, víctima de la «pornificación» de la industria artística en España. Aunque a mi lo que hacía no me gustaba lo más mínimo, pero esa es harina de otro costal y no entraré en ello ahora... dejaré el fenómeno Operación Triunfo para otra ocasión. Con Adele, sencillamente, ha funcionado. Ni más ni menos. Su imagen de mujer sensible, frágil, su voz, su complexión, su estética… todo funciona —en su caso, podría no funcionar en otros—.
Pero hay cosas, que NO son pornografía… aunque incluso pueda parecer lo contrario. Por ejemplo… esto…
Tina Turner tenía aquí 32 años… un escenario extremadamente modesto… los efectos especiales consisten en un tipo con un foco abriendo y cerrando el diafragma… pero… ella sola destroza generaciones posteriores de cantantes femeninas… establece el listón tan alto, que es muy difícil no identificar lo bueno y lo malo después de esto. Sentencia de muerte para lo mediocre. Es como beber buen vino… una vez que se empieza, estás perdido… todo lo que bebes de ahí en adelante es una porquería. Ni siquiera Beyoncé, en la cresta de la ola, pudo superar aquella actuación… por mucho que lo intentara. Era imposible y temerario por su parte intentarlo. La realidad es que la actuación con Ike Turner… aquel Proud Mary, fue insuperable. Sin duda. No solo por ella, también por los músicos, por las bailarinas… ¡que son el infierno en llamas! Pero, curiosamente… nada de lo que hacen es pornográfico —en el sentido que se pretende en este artículo—.
Beyoncé es histriónica… muchas luces, mucho movimiento… mucha coreografía… muchos músicos —muy buenos, seguro—… y nada. Una voz absolutamente descafeinada, sin los ovarios de la señora Turner. De hecho, Beyoncé grita… no canta. Es tan difícil discernir el mero grito de lo que no lo es. Un tema controvertido, en el que no entraré de momento. Lo que está claro es que Tina Turner te desgarra las entrañas con el Proud Mary… y Beyoncé te hace cambiar de canal. Beyoncé es una niña mimada de la industria… su voz parece incluso adolescente, no dice absolutamente nada… le falta cocer… Tina Turner con 32 años ya se había recorrido la geografía entera de los EEUU junto a Ike Turner… que le pegaba unas palizas de espanto… ¿es que acaso se pueden comparar ambos paradigmas? Lo siento… pero no. Beyoncé puede mover las caderas y la melena todo lo que quiera… jamás llegará a la diezmillonésima parte de lo que fue Tina en un escenario. Además… Proud Mary habla de un barco antiguo de finales del XIX subiendo el río Misisipi… Tina es capaz de hacer sexy lo impensable. ¡Qué potencia!
Adele… Winehouse —de la que ya se habló antes en este blog; se la comparó mucho con Billie Holiday… ¡otro despropósito de comparación!—, Lady Gaga, Beyoncé… todo pornografía… cualquier bailarina de Tina Turner las supera con creces. Es triste pero cierto. Y repito, nadie dice que sean malas… todo lo contrario… Es igual que en la pornografía original se ven bellezas impresionantes —masculinas y femeninas— haciendo gimnasia como si no hubiese un mañana… pero nada más. Cuando Tina Turner da palmas y arenga a un público absolutamente en estado de shock por su actuación —ni se levantan del asiento—, consigue hacer historia… aquella actuación es historia de la música. Las otras pueden hacer historia en la industria de la Música, pero no historia en la Música. Se podrían citar infinidad de ejemplos… Celiné Dion quiso cantar AC/DC… pues eso… otro despropósito —por cierto, en el directo con Anastacia, ésta última lleva efecto en la voz, para colmo—.
La versión con sangre en las venas:
Sea como fuere, los juguetes de la industria tienen sus límites. Como todos. E incluso Adele que ha sido un fenómeno desde el inicio, muestra signos de cansancio como se ha sabido recientemente. A la industria le gusta mucho explotar la idea del sueño americano o la cenicienta: alguien que viene de la nada y se convierte en princesa; también lo intentaron con Susan Boyle, pero resultó ser demasiado mayor, fea y sensible —lo que no quita que en muy poco tiempo haya hecho muchísimas cosas—… lo debió pasar mal la pobre mujer, y eso que tiene mejor voz que muchas que se ganan la vida con esto (en ese enlace aparece su famosa intervención, canta una canción cuya letra resulta amargamente simbólica en su caso). Pero la industria es letal, y mientras el Arte no entiende de prejuicios, la industria se forja a base de ellos. Su objetivo es vender, y para ello necesita canalizar todos los prejuicios más comunes para amoldarse a ellos y optimizar su actividad y beneficio —la «pornificación» del marketing—. Por tanto y por extensión, la industria es la síntesis de los prejuicios de un colectivo o masa… algo peligroso pero que, a la postre, ayuda a comprender el núcleo social en el que cada uno de nosotros se desenvuelve y vive. Todo aquello que la industria que nos toca padecer transmita, es lo mismo que vende en nuestro entorno y, en consecuencia, reflejo de todos los prejuicios e ideas preconcebidas que nos rodean. El caso de Susan Boyle es un buen ejemplo. Intentaron explotarlo, pero la mujer no lo aguantaba… ya era demasiado madura. Ha debido padecer momentos muy desagradables y difíciles, mezclados con momentos de autentica euforia personal para ella, como cuando pudo actuar con su admirada Elaine Paige. Vamos, que lo ha debido pasar mal seguro… algo parecido a Rosa López, pero salvando edades y distancias.
Por tanto, en mi modesta opinión —que tampoco es que siente cátedra en nada—, Adele sí… canta bien… pero es otro producto más que carece en gran medida de la veracidad que tenían hace tiempo las voces de por ahí. Y no toda la culpa es de la industria… la industria se amolda y explota lo que gusta, lo que no ni tan siquiera existe. La pornificación del Arte es un hecho y, ahí sí… entra en escena la industria… esa amiga de los niños. Allá cada cual.
PS.- Inesita dice que Adele grita... pero yo ya no generaré más controversia al respecto.