Para los aficionados al cine, quizá no les sea extraña la relación entre las grandes «popolanas» del cine italiano, Anna Magnani y Sofia Loren.
Ambas muy queridas en Italia, tienen perfiles similares y quizá complementarios, pero en ningún caso iguales. El término popolana, se utilizaba en el neorrealismo italiano para designar a una mujer del pueblo... aquellas mujeres que más bien parecían mulas de carga por lo que las circunstancias vitales exigían de ellas en los duros tiempos por los que Italia atravesó a mediados del siglo pasado. En cierto modo, estas dos popolanas eran complementarias... cierto es que ambas representaban perfiles exuberantes de mujer... morenas de piel suave... vigorosas y de carácter muy fuerte... con todo, Magnani tenía un rostro no tan delicado como Loren, cosa que le confería un realismo más creíble y, a la postre, pasar a la historia por escenas como esta:
La Loren, por su parte, tuvo algo más de proyección ya que, Carlo Ponti no solo la descubrió allá por la década de los cincuenta, sino que además se convirtió en su marido. Este pequeño detalle, le granjeó a Sofia Loren una mayor proyección que a la Magnani, con quien en varias ocasiones se disputaba papeles. Tanto es así, que la que consiguió una proyección más potente en Hollywood fue Loren y no Magnani. Por si fuera poco, «Nannarella» –o sea, La Magnani– tuvo una tormentosa relación con Roberto Rossellini, quien la abandona por el bellezón nórdico Ingrid Bergman. Por tanto, La Magnani no solo tenía una belleza contundente con la que el público empatizaba al instante, sino que además fue sonadamente despechada.
Quién lea estas líneas se preguntará... ¿qué diantres tienen que ver estas famosas popolanas con el fado que da título a este artículo? Pues sencillo, el Fado acaba de ser declarado patrimonio inmaterial de la Humanidad... y en el mundo del Fado, hay dos mujeres que me recuerdan a La Magnani y Sofia Loren. Tanto es así que estoy convencido de que cualquier lector español de este post sabrá reconocer el nombre de Amalia Rodrigues, pero no el de María Teresa de Noronha.
Y la diferencia entre ambas, es tan injusta a mi modo de ver, que me recuerda a la diferencia entre las artistas italianas.
Si preguntásemos a una persona española quién es Sofia Loren, casi con total seguridad sabría decir quién es... es posible, por poco conocimiento que se tenga del país vecino –Portugal– que también supiese quién era Amalia Rodrigues. Pero si preguntamos tanto por La Magnani como por Maria Teresa de Noronha... casi nadie sabrá quiénes eran ambas. Curioso.
Y digo curioso porque en los dos casos la diferencia de difusión no me parece justa. Las dos minusvaloradas son enormes.
En el caso que me ocupa –el Fado–, quizá no sea muy ortodoxo por mi parte decir esto pero... me gusta más Maria Teresa de Noronha que Amalia Rodrigues.
Amalia Rodrigues procede de familia humilde, vendió fruta en la calle y llegó a cantar el Fado en los escenarios más importantes del mundo... cumple con el clásico paradigma de la artista que viene de abajo y progresa en la vida gracias a su arte. Por desgracia, a mi modo de ver, Amalia se convirtió con los años en una caricatura de sí misma... sobreactuaba demasiado para mi gusto. Con todo, eso no le impidió componer probablemente uno de los fados más bonitos jamás escritos junto al guitarra portuguesa Carlos Gonçalves al que tuve el gusto de conocer personalmente. Lágrima es, quizá, de las letras más bellas que se han escrito para un fado o, al menos, de los que yo conozco... que son pocos, ya que, como buena música de raíz... es necesario profundizar bastante para conocer bien el género. Pasa exactamente igual con el flamenco por ejemplo.
Amalia se convirtió en mediática... y el riesgo que conlleva el que una interpretación artística se convierta en mediática es precisamente el de diluirse como si tal cosa. Al final es más la paja que el grano. Se desvirtúa.
Maria Teresa de Noronha por el contrario, procedía de familia noble... algo extremadamente poco usual para una artista cantante, no nos engañemos. La sinceridad de su cante, sensibilidad, sutileza, veracidad... la convierte para mi en alguien especial. De hecho para mi gusto, repito, más especial que Amalia.
Sinceridad… se ve y transmite sinceridad. ¿Qué más se puede pedir a una interpretación? En términos interpretativos esta mujer no tendría nada que envidiarle a Billie Holiday por ejemplo... salvando, evidentemente, las diferencias de género musical, tiempo y espacio. Lo tiene todo, no le falta nada. De hecho, este es uno de mis fados preferidos. Quizá también O Fado das Horas, cuya letra es una perlita sin duda:
Lloraba por no verte…
Y por verte lloro ahora…
Pero lloro solo por querer,
Querer verte todo el rato,
Pasa el tiempo a la carrera,
Cuando hablas yo te escucho,
En las horas de nuestra vida,
Cada hora es un minuto…
Cuando estás a mi lado,
Me siento dueña del mundo…
Pero el tiempo es tan malvado,
Que cada hora parece un segundo.
Quédate a mi lado,
Y nunca más te vayas
Para que mi pobre corazón,
Viva en la vida una hora
En fin… desigualdades de esta índole las encontramos en todos los terrenos me temo. Una pena. Las dos mujeres son muy buenas artistas sin duda, para mi Noronha supera con creces a Amalia Rodrigues, y no me parece que el tiempo haya hecho justicia en este caso, puesto que la diferencia me sigue pareciendo sustancial. Lo mismo me sucede con Anna Magnani y Sofia Loren… nadie duda de la Loren, evidentemente… tiene momentos maravillosos en el cine italiano… pero maldita sea… la Nannarella entra en escena y se te pone el corazón en un puño… de veras te crees su interpretación. No te la crees, te la mete en vena hasta el tuétano.
Para mi Amalia no es mejor que Maria Teresa de Noronha. Pero, cierto es... para gustos los colores qué duda cabe. Allá cada cual.
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