Tengo una extraña sensación. En esta época en la que se nos revende el producto «Europa»… no soy capaz de tener claros ciertos asuntos. Me parece que los mismos que andan gestionando-diseñando el modelo europeo actual por un lado, fomentan su destrucción por otro. Esto para muchos puede resultar una evidencia y, por extensión, quizá sea innecesario dejar constancia de ello en una reflexión como esta… sea como fuere, ahí va de todos modos. Intentaré ser breve esta vez.
En mi casa siempre ha sonado Música. Punto —no puedo ser más lacónico—. En la casa de muchos de nuestros padres, cuando eran jóvenes, sonaba Música… en la radio, en los aparatos de la época, etc. En las baldas de los muebles de mi casa, cuando era pequeño… allí dónde quedaban organizadas las cintas de cassette —por cierto, ya van 50 años—, vinilos y demás, solía encontrar siempre material reflejo de los gustos musicales de mi madre —como sucederá en tantos otros casos—. Ese material era el fruto de una vida consumiendo y escuchando Música desde su juventud.
Pues bien, en esas baldas… en esas estanterías, había más Europa que la que se emite durante un año entero por cualquiera de las televisiones o emisoras de radio que circulan por ahí —me refiero a los medios comerciales—. Así, músicos italianos, franceses, portugueses, griegos, españoles, entraban en casa e, indirectamente, transmitían «Europa» a través de sus canciones. Este consumo heterogéneo de Música europea era mucho más generalizado en el pasado que ahora… supongo que es algo evidente.
Cierto es que en el aspecto lingüístico, como ya sabemos, España siempre ha ido a la cola o, cuando menos, hemos sido más cerrados que el resto. En el pasado, los músicos italianos, franceses, etc… tenían que adaptar sus letras al castellano para poder entrar en el mercado español. Incluso hasta hace no tanto, artistas como Ramazzotti, Pausini y compañía tenían que hacer lo mismo. Recordaremos aquella ola de músicos italianos que en los noventa tuvieron tanta presencia en España —so pena de alterar sus letras al castellano, repito—, ¿dónde están? No queda ni eso. Ni rastro. Ni siquiera adaptando letras al castellano.
En tiempos, adaptar una letra al castellano se hacía para entrar en el mercado… para posteriormente meter un repertorio, evidentemente, en un idioma original. En los noventa, los discos se adaptaban al completo y, en caso de dejar una letra sin traducir, se hacía de manera simbólica por deseo expreso del autor. Poco más. Por supuesto, estoy dejando al margen todo el sector anglosajón… ese sería otro debate absolutamente distinto; esta reflexión se refiere exclusivamente al consumo de música europea —en varias lenguas— que se daba en el pasado y que, por mucho que pueda extrañar, transmitía más sentimiento de Europa que cualquier iniciativa política europea.
Es más… me parece que éramos más «Europa» antes que ahora. Estamos muy encerrados en nosotros mismos. «Los otros» son potenciales adversarios —tirar de clichés siempre ayuda—, los griegos unos vagos… los alemanes cuadriculados, los franceses unos chovinistas… en fin, ya sabrán a lo que me refiero.
… ¿entonces?
Tomemos como ejemplo alguien de mi edad en el momento de tener seis años… íbamos a la «estantería de la Música» y allí había Europa… en mayor o menor medida… pero solía haber algo. Tomemos por otro lado un chaval de seis años ahora… va a la estantería a la que nos referimos —ya casi no quedan ni los cd’s… pero supongamos la carpeta de Música que tiene mamá en el ordenador o… lo que sea—… me pregunto… ¿hay Europa ahí dentro? ¿Qué probabilidades hay de encontrar material contemporáneo europeo? Salvando las excepciones razonables de aficionados, profesionales de la Música, etc… probablemente encontremos muy poca cosa. Y es que Europa… no se quiere.
Parece que el consumidor ha interiorizado como legítimo el consumo de cualquier cosa comercial anglosajona… aunque no entienda ni papa, pero el mismo esquema no funciona con otros idiomas más cercanos al nuestro. Escuchar italiano… escuchar francés… escuchar portugués, no vende. No funciona. Cierto es que la industria musical ha sometido a la creación a una especie de Edad de las Tinieblas… y la originalidad brilla por su ausencia en el mainstream… sí, porque existir existe… pero no circula. La sociedad actual y su desgobierno se forja a base de castas… no solo existe una casta política; la política nos ha destrozado el sentimiento de Europa… de europeos… pero cada casta destroza el medio en el que se instala. Una casta es un esquema cáustico que deja un páramo yermo allá por donde pase. Música, Política, Periodismo… es igual. Bajo esas castas: nosotros, los ciudadanos… el músculo de cualquier sociedad, con todas nuestras diferencias y divergencias… ¡y menos mal que somos diferentes!
El consumo natural de una expresión artística como lo es la Música, se salta cualquier barrera de idioma —como es evidente y cabría esperar—… así quedó demostrado hace décadas… y siempre. Pero el consumo de hoy día no es natural, es bulímico. No sólo es un consumo bulímico, sino que además el objeto de consumo tiene la misma diferencia que un chuletón de ternera de Ávila y una hamburguesa del McDonald’s… pseudocomida rápida y sintética… un aquí y ahora que jamás trascenderá en el tiempo. Cierto es que para gustos los colores… cualquiera puede zamparse una de esas hamburguesas en un momento determinado… pero no pasa de ahí. Si me tengo que acordar de algo, me acordaré de los chuletones que me zampo en El Rancho… esas son palabras mayores… Una cosa trasciende en el tiempo, la otra es coyuntural y circunstancial.
Por tanto… en un momento de crisis como el que vivimos… sorprende que nos quieran revender el sentimiento europeo de nuevo cuando, por increíble que parezca, estábamos mucho más cercanos los unos a los otros en tiempos en los que ni siquiera compartíamos instituciones comunes… no digamos ya moneda. Algo habrán tenido que hacer mal para cargarse un sentimiento que YA teníamos interiorizado —asumidas las legitimas y saludables diferencias entre la cultura de unos países y otros… ¡faltaría más!—... al menos yo lo veo así, pero esto es como todo… allá cada cual.
Nota.- Las canciones deliberadamente seleccionadas en el post de hoy son clásicos... casi clichés; sirven para dar una idea de la trascendencia, envergadura y difusión que tuvieron en el pasado. Escuchar una de estas canciones era escuchar Europa o, al menos, escuchar una de las proyecciones de la poliédrica Europa. Hoy ni eso.