Aguas de marzo

La can­ción Águas de Março cum­ple 40 años

La famo­sa can­ción bra­si­le­ña de Anto­nio Car­los Jobim cum­ple cua­ren­ta añi­tos... y ahí está, tan fres­ca como el pri­mer día. De hecho, el perió­di­co Folha de São Pau­lo la nom­bró mejor can­ción bra­si­le­ña de siem­pre (tras con­sul­tar a más de dos­cien­tas per­so­na­li­da­des del país carioca).

La letra de esta can­ción es como un torren­te que baja por una lade­ra; una des­crip­ción deta­lla­da de imá­ge­nes y sím­bo­los pro­pios de Bra­sil que, una vez más cada año, mar­can la lle­ga­da de Mar­zo, mes en el que empie­za a llo­ver y ter­mi­na el verano en el hemis­fe­rio sur.

En el pro­gra­ma Cuan­do los Ele­fan­tes Sue­ñan con la Músi­ca, de Car­los Gali­lea en Radio 3 nos recuer­dan que... ¡ESTAMOS EN MARZO! Y cla­ro... ¿qué mejor momen­to para recor­dar esta canción?

A con­ti­nua­ción la letra tra­du­ci­da y, más aba­jo, la expli­ca­ción de algu­nos con­cep­tos y nom­bres... para ayu­dar a com­pren­der mejor el sig­ni­fi­ca­do de esta canción.

 

Glosario

Tocón.- Par­te del tron­co de un árbol que que­da uni­da a la raíz cuan­do lo cor­tan por el pie. La can­ción hace refe­ren­cia a la sole­dad del tocón des­pués de la épo­ca de tala.

Pero­ba.- Pero­bá o Palo Rosa, árbol típi­co de Sudamérica.

Cain­gá.- géne­ro de plan­ta con flo­res; en con­cre­to el nom­bre cien­tí­fi­co de la espe­cie a la que corres­pon­de la cain­gá es Mol­denha­we­ra flo­ri­bun­da.

Mati­ta Perei­ra (Mati­ta­pe­rê).- nom­bre que reci­be el cuco raya­do, cres­pín o cris­pín en Bra­sil. A su vez rela­cio­na­do con el fol­clo­re de Bra­sil a tra­vés del per­so­na­je Sací. Un joven con una sola pier­na, negro o mula­to, con agu­je­ros en las pal­mas de sus manos, que fuma en pipa y usa una gorra mági­ca de color rojo para apa­re­cer o des­apa­re­cer. Una cria­tu­ra bro­mis­ta que con­ce­de­rá deseos a todo aquel que sea capaz de arre­ba­tar­le su gorra. Este per­so­na­je es capaz de trans­for­mar­se en el esqui­vo Mati­ta­pe­rê para esca­par u ocultarse.

Fes­ta da cumeei­ra.- cono­ci­da en Chi­le como la fies­ta de los Tije­ra­les; los tije­ra­les son las vigas que nacen de las sole­ras de los muros y que se unen en la qui­lla o viga maes­tra de una cons­truc­ción, con­for­man­do la estruc­tu­ra sobre la que irá la techum­bre. Antes de que lle­guen las llu­vias, en las cons­truc­cio­nes a las que hace refe­ren­cia la can­ción, se debe dejar ter­mi­na­da la techum­bre y, por tan­to, los tije­ra­les con su res­pec­ti­vo fes­te­jo. Jobim uti­li­za aquí el sím­bo­lo de esta fies­ta (fies­ta de la Cumeei­ra en Bra­sil) que cele­bra el fin del pro­ce­so de cons­truc­ción del teja­do de una casa.

Garra­fa de cana.- hace refe­ren­cia al ron de caña o cachaça. La bote­lla de cachaça.

Bello hori­zon­te.- Jue­ga con ambi­güe­dad de uti­li­zar el tér­mino bello hori­zon­te; Belo Hori­zon­te es la capi­tal del esta­do de Minas Gerais y, ade­más, pue­de ser un hori­zon­te bello, pro­por­cio­na­do por el cam­bio de esta­ción y la lle­ga­da de las aguas.

En la penúl­ti­ma estro­fa, Elis y Tom can­tan la can­ción cor­tan­do las pala­bras por la mitad. Por eso qui­zá sue­ne dis­tin­to a lo que está escri­to, pero esa es la letra correcta.

 

Es evi­den­te... cual­quie­ra que se haya sen­ta­do a escri­bir una letra para una can­ción podrá reco­no­cer que... ¡es una genia­li­dad! Es un tra­ba­jo ver­da­de­ra­men­te espec­ta­cu­lar... no solo por la caden­cia rít­mi­ca y armó­ni­ca que nos hace meter­nos en una espi­ral cícli­ca —dejan­do correr... como el torren­te de agua que cae por las calles, ríos y des­agües—, la letra... es un tra­ba­jo más que per­fec­to. Bien hecho, con toda pre­me­di­ta­ción, al deta­lle... redonda.

Es curio­so... me iden­ti­fi­co con la atmós­fe­ra de esta can­ción —sal­van­do las dis­tan­cias— por­que mi mes pre­fe­ri­do es sep­tiem­bre (ya dejé caer algo sobre dicho mes en este post)... pre­ci­sa­men­te el que cie­rra el verano pero en el hemis­fe­rio nor­te... y siem­pre he teni­do un cier­to regus­to en los últi­mos cole­ta­zos vera­nie­gos —que son los mejo­res— y la pos­te­rior vuel­ta a la coti­dia­ni­dad —tam­bién reconfortante—.

Nota.- Aquí la ver­sión más cono­ci­da de esta can­ción, inter­pre­ta­da a dúo por el pro­pio Tom Jobim y Elis Regi­na (la mejor ver­sión you­tu­be). Me habría gus­ta­do inser­tar el vídeo, pero el usua­rio que lo ha col­ga­do ha inha­bi­li­ta­do esa opción.

Otros you­tu­be’s:

Los niños y la Música

Al salir de La Casa de la Radio en Pra­do del Rey, des­pués de la entre­vis­ta del otro día… Manel y yo, como de cos­tum­bre, nos pusi­mos a filo­so­far… ¡qué menos! La oca­sión lo mere­cía. Cla­ro, habla­mos de nues­tra pri­me­ra vez en Radio Nacio­nal, cómo no… pero al final aca­ba­mos hablan­do de niños. Enton­ces me acor­dé de que el otro día dejé pen­dien­te un post acer­ca de la músi­ca bra­si­le­ña dedi­ca­da a los niños. Hay mucho que con­tar ahí.

¿Qué pasa con los niños?... Hacer­se esa pre­gun­ta es injus­to o, cuan­do menos, un error… lo correc­to sería… ¿qué pasa con los adul­tos? A fin de cuen­tas, los niños no son más que el refle­jo direc­to de los adul­tos que tie­nen a su alre­de­dor. Man­que nos pese. Por tan­to, si lle­ga­mos a la tesi­tu­ra de pre­gun­tar­nos… ¿qué pasa con los niños?, eso es que noso­tros mis­mos a prio­ri no debe­mos estar muy bien.

Cuan­do era niño, recuer­do per­fec­ta­men­te un sen­ti­mien­to y refle­xión que jamás me saca­ba de la cabe­za cada vez que me lle­va­ban a cual­quier casa aje­na a la mía… ami­gos, fami­lia, etc… ¿Qué habrá de intere­san­te para un niño en ese sitio al que me lle­van?... cual­quier cosa me ser­vía, un arma­rio colo­ri­do, un cua­dro, el sue­lo de colo­res, pega­ti­nas en las ven­ta­nas, jugue­tes de mis ami­gos-pri­mos, sus cajo­nes… ¿qué ten­drían esos cajo­nes?! Menu­das bron­cas me chu­pé por andar hur­gan­do don­de no debía! Lo hacía sin áni­mo coti­lla, la ver­dad sea dicha… que­ría ver… qué había de intere­san­te allí… nada más. ¡Coti­lla!

Otro sen­ti­mien­to de infan­cia muy fuer­te: tenía la sen­sa­ción de que los adul­tos eran menos inte­li­gen­tes que los niños; esta­ba con­ven­ci­do de ello. Eran mucho más des­pis­ta­dos, se olvi­da­ban de las cosas, se des­pis­ta­ban, suce­dían cosas delan­te de ellos y no se daban cuen­ta… ¿pero qué les pasa?!... Pasa que están preo­cu­pa­dos… pasa que tie­nen res­pon­sa­bi­li­da­des, pasa que te tie­nen a ti y que hay que dar­te de comer, ves­tir­te, asear­te, hacer­te estu­diar, ser capaz de con­tes­tar a tus pre­gun­tas de niño, que­rer­te y, por el camino, inten­tar no olvi­dar­se de ellos mis­mos. Pasa que la socie­dad se vuel­ve hos­til… deman­da ocu­par un lugar en tu tiem­po y espa­cio… te alie­na. Ser adul­to es una movi­da. Nos pasa­mos la vida inten­tan­do alcan­zar esa paz de espí­ri­tu, esa tran­qui­li­dad, esa feli­ci­dad que alcan­za­bas hacien­do la cosa más tri­vial sien­do niño… unos lo con­si­guen, otros se pier­den por el camino.

Per­der el con­tac­to con la infan­cia es per­der el con­tac­to con tu pro­pia niñez y, por exten­sión, con­ti­go mis­mo. Hay per­so­nas que no son capa­ces de arti­cu­lar dos pala­bras con un niño… han per­di­do la cos­tum­bre! (cual­quie­ra sabe bien a lo que me refie­ro, pasa con más adul­tos de lo que pare­ce) Pero tam­bién fue­ron niños… ¿qué pasó? Pasa que entra­mos de lleno en la mara­bun­ta del mun­do adul­to y… y ni Peter Pan nos saca de aquí. No se tra­ta de pre­ten­der vivir eter­na­men­te en la infan­cia… más bien de con­vi­vir con ella, de saber lle­var­la y reci­clar­la. Los niños son sor­pren­den­tes y eso, con fre­cuen­cia, se nos olvi­da a los adul­tos; y cla­ro… lue­go nos pre­gun­ta­mos… ¿pero qué les pasa a los niños?

Ya qui­sié­ra­mos los adul­tos tener la capa­ci­dad de apren­di­za­je y asi­mi­la­ción que tie­ne un niño… su plas­ti­ci­dad cere­bral. Sin embar­go, solo aven­ta­ja­mos a los niños en los con­te­ni­dos de nues­tro cono­ci­mien­to, en todo lo demás nos supe­ran con creces.

En eso… y en el con­trol de las emo­cio­nes… ellos, pobres, aún no han teni­do tiem­po de hacer­se con ese endia­bla­do mun­do que tan­to nos ayu­da y tan­to nos hace sufrir en el camino a los adul­tos. Es curio­so como estos peque­ños seres con una capa­ci­dad de apren­di­za­je insu­pe­ra­ble dis­fru­tan o sufren como si no hubie­se un maña­na. De ahí la impor­tan­te de sus refe­ren­tes vita­les… muchos adul­tos se olvi­dan de eso. Por eso resul­ta gro­tes­co ver a niños enfras­ca­dos en acti­vi­da­des artís­ti­cas de alto nivel o expo­si­ción como si fue­sen monos de feria… los pobres arti­cu­lan aque­llo para lo que se les ha adies­tra­do —sí por­que… en ese momen­to su repre­sen­ta­ción es mecá­ni­ca, aún no pue­de ser emo­cio­nal—. Esos des­pro­pó­si­tos que a veces se ven por el mun­do son un fiel refle­jo de la empa­na­da men­tal de los adul­tos a su alre­de­dor… inclu­so de los que dis­fru­tan vien­do esas extra­ñas actua­cio­nes. No se dan cuen­ta de que el arte o la inter­pre­ta­ción artís­ti­ca va mucho más allá… tie­ne que ver con la abs­trac­ción del pen­sa­mien­to, con la empa­tía, con el con­trol o des­con­trol de las emo­cio­nes… emo­cio­nes menos pri­ma­rias que las infan­ti­les. Hay veces que no les dan tiem­po a cre­cer… los adies­tran y suel­tan sobre un esce­na­rio como si tal cosa. ¿Pero cómo pue­de un niño saber lo que le pasa­ba por la men­te a Bach, Beetho­ven, Hen­drix o Holi­day? Podrá eje­cu­tar… pero, mal­di­ta sea… ¡dad­les tiem­po a sen­tir, cre­cer y apren­der! Hay que hilar fino con los niños, sin duda. Hay adul­tos que apro­ve­chan esa capa­ci­dad de apren­di­za­je que se tie­ne cuan­do se es niño para meter con cal­za­dor un apren­di­za­je que sí… será más efec­ti­vo ini­cián­do­se en la infan­cia, pero que ini­cial­men­te no pasa­rá de mera eje­cu­ción, no inter­pre­ta­ción. Para inter­pre­tar hay que entrar ya en el mun­do de la abs­trac­ción y eso, has­ta la ado­les­cen­cia por lo menos, no se empie­za a barruntar.

Con­vie­ne no olvi­dar que en la infan­cia se ges­ta TODO el futu­ro de una per­so­na… en ella se cons­tru­ye la estan­te­ría men­tal en la cual se guar­da­rán los libros a lo lar­go de edad adul­ta —el cono­ci­mien­to, los con­te­ni­dos—… cons­truir en la infan­cia una estan­te­ría con las bal­das tor­ci­das, lo úni­co que con­se­gui­rá será con­de­nar por com­ple­to la capa­ci­dad de apren­di­za­je de ese indi­vi­duo para el res­to de su vida… en bal­das tor­ci­das los libros entran peor, se guar­dan peor. La acu­mu­la­ción de cono­ci­mien­tos en ese caso es menos ópti­ma. Los niños DEBEN ser lo que son… niños. Sus pro­pias inquie­tu­des irán guián­do­les tan­to a ellos como a los padres. Por eso, en oca­sio­nes ver a niños peque­ños eje­cu­tar de mane­ra ejem­plar algún ins­tru­men­to, pie­za u obra y com­pro­bar sus inex­pre­si­vas caras infan­ti­les de con­cen­tra­ción, da un poco de cora­je. ¡Vete a jugar niño! Que es lo tuyo. ¿Nadie se da cuen­ta de que el niño eje­cu­ta pero no inte­rio­ri­za la abs­trac­ción de lo que hace? Si es tan fácil como dejar­le cre­cer a gus­to, sin más.

Su capa­ci­dad de inven­tar, ima­gi­nar, apren­der, rete­ner, razo­nar es sor­pren­den­te… muy supe­rior a la de cual­quier adul­to. Care­cen, eso sí, de con­te­ni­dos aca­dé­mi­cos… ¡evi­den­te­men­te!... no han teni­do tiem­po de acu­mu­lar­los! La vida per­mi­ti­rá que con el tiem­po los vayan acu­mu­lan­do pero, para­do­jas de la vida, al mis­mo tiem­po que van con­quis­tan­do ese terreno… se van ale­jan­do de su infan­cia, de su plas­ti­ci­dad… se van hacien­do adul­tos, como el res­to. Esta­mos ence­rra­dos en ese maquia­vé­li­co jue­go: sien­do niños fui­mos feli­ces —por regla gene­ral— y nos pasa­mos la vida que­rien­do alcan­zar esa mis­ma feli­ci­dad de la cual dis­fru­ta­mos… y por el camino, cuan­to más cre­ce­mos, más cono­ci­mien­to acu­mu­la­mos, más viven­cias, más saber… y más nos ale­ja­mos de aque­llo que fui­mos. Lo que está cla­ro es que no se tra­ta de ser niños eter­na­men­te —el deno­mi­na­do sín­dro­me de Peter Pan–, más bien de saber inter­pre­tar la infan­cia de uno mis­mo, con­vi­vir con ella y adap­tar­la a tu vida adul­ta. Esto me lle­va a la siguien­te pre­gun­ta… ¿pen­sa­mos que los niños son cor­tos?... ¿adul­tos en peque­ño pero menos doc­tos?... ¿pro­yec­tos de adul­tos?... ¿qué son los niños?

Y aquí que­ría yo lle­gar. Una vez más la cul­tu­ra musi­cal bra­si­le­ña es un buen ejem­plo a seguir.

Bra­sil tie­ne aque­llo que podría­mos deno­mi­nar un sub­gé­ne­ro den­tro de su músi­ca muy intere­san­te… músi­ca cuyo tar­get está muy difu­so entre la infan­cia y la edad adul­ta… algo muy pecu­liar. Can­cio­nes cuya esté­ti­ca y ade­mán es infan­til pero que, en últi­mo caso, son autén­ti­cas per­las para adul­tos… para que esos adul­tos no pier­dan el con­tac­to con su pro­pia infan­cia, para que sepan ges­tio­nar esa vida adul­ta y no se pier­dan por el camino. Belle­za pura, como can­ta­ba Caetano.

Que­rría abor­dar una serie de ejem­plos musi­ca­les que me acom­pa­ña­ron de niño… y me acom­pa­ñan de adul­to. Mi tiem­po y espa­cio se ha vis­to toca­do en infi­ni­dad de oca­sio­nes por estos sones y letras que vie­nen a continuación.

En pri­mer lugar, uno de los ejem­plos más evi­den­te: O Pato, de Jay­me Sil­va y Neu­za Tei­xei­ra —arre­gla­do por João Gil­ber­to, e inter­pre­ta­do aquí jun­to a Cae­tano Velo­so—.

 

O Pato

*.- Es un pato más pequeño.

Gran­des. Tan gran­des que no pue­do comen­tar gran cosa al res­pec­to. Solo decir que esto es una can­ción, a prio­ri, hecha con esté­ti­ca infan­til… pero es evi­den­te lo difu­sa que que­da aquí esa carac­te­rís­ti­ca ya que la cali­dad de la com­po­si­ción, de la letra, de la inter­pre­ta­ción es de tal nivel que tras­cien­de eda­des. En reali­dad es una sáti­ra de los crí­ti­cos musi­ca­les, una sáti­ra en la que se qui­so bus­car este len­gua­je pecu­liar en el terreno infan­til. Y ahí está una de las cla­ves de este sub­gé­ne­ro, tal como se con­ci­be por algún sec­tor de la Músi­ca Popu­lar Bra­si­le­ña… una com­po­si­ción para niños con tan­to nivel… que tras­cien­de eda­des… ¿aca­so no es eso res­pe­tar la infan­cia más allá de lo que se acos­tum­bra? Las apti­tu­des infan­ti­les —a pesar de care­cer de con­te­ni­dos aca­dé­mi­cos— son como un múscu­lo… tam­bién nece­si­tan ejer­ci­tar­se para no anqui­lo­sar­se y per­der­se a lo lar­go de los años… la capa­ci­dad de sor­pren­der­se, de ima­gi­nar, esa plas­ti­ci­dad cere­bral que nos per­mi­te estar abier­tos al mun­do. Si, por el camino, el com­po­si­tor le suel­ta un guan­te blan­co a unos supues­tos crí­ti­cos musi­ca­les… ¡que le qui­ten lo bailao!

Esa esté­ti­ca pecu­liar, uti­li­zan­do ono­ma­to­pe­yas, ali­te­ra­cio­nes, y demás figu­ras lite­ra­rias no es arbi­tra­ria… se bus­ca con toda pre­me­di­ta­ción y ale­vo­sía. El uso de ani­ma­les en este tipo de can­cio­nes tam­bién es muy fre­cuen­te, se uti­li­zan como un jue­go con los niños… un clá­si­co que a nadie le resul­ta extra­ño. En este sen­ti­do, otro caso exce­len­te para el aná­li­sis es el siguiente:El Leon­ci­to de Cae­tano Velo­so, O Leãozinho:

 

O Leaozinho

En la sen­ci­llez radi­ca su belle­za. Ele­gan­te, fino, lumi­no­so… el Leon­ci­to habla del hijo de Cae­tano, al pare­cer com­pu­so esta can­ción cuan­do su hijo aún era un niño. Can­ción bellí­si­ma, y no por infan­til menos bella.

Otro tema que com­par­te con­di­ción con los ante­rio­res: Na Ilha de Lia, no Bar­co de Rosa —En la Isla de Lia, en el Bar­co de Rosa—, de Edu Lobo y Chi­co Buar­que de Holan­da:

 

Na ilha de lia no barco de Rosa

Esta mis­ma pare­ja tam­bién tie­ne otra can­ción muy intere­san­te en el aspec­to que se ana­li­za en este artícu­lo: Ciran­da da Bai­la­ri­na (La Zaran­da de la Bailarina),

 

Ciranda da bailarina

Todas estas letras son pre­cio­sas y bas­tan­te difí­ci­les de tra­du­cir, dicho sea de paso... espe­cial­men­te esta últi­ma. Difí­ci­les en el sen­ti­do de inten­tar man­te­ner intac­to el espi­ri­to con el que se con­ci­bie­ron... en este últi­mo caso, una can­ción diri­gi­da a todos los niños con difi­cul­ta­des... todos tene­mos defec­tos, no pasa nada. La carac­te­rís­ti­ca didác­ti­ca, como es obvio, siem­pre pre­sen­te en estas can­cio­nes. Aun­que en este caso más que didác­ti­ca, per­so­nal­men­te diría que se tra­ta más bien de una ayu­da emo­cio­nal psi­co­ló­gi­ca para los niños desfavorecidos.

Un ejem­plo de Chi­co Buar­que de Holan­da bellí­si­mo, Juan y María… una can­ción muy pecu­liar en la que Chi­co intro­du­ce un sen­ti­mien­to prác­ti­ca­men­te prohi­bi­do en casi todo lo que se com­po­ne para niños: la nos­tal­gia. Un recur­so que, cuan­do uti­li­za­do pen­san­do en los más peque­ños, se hace de mane­ra pue­ril y des­vir­tua­da. Este João e Maria es un ejem­plo per­fec­to de cómo sal­tar­se todas las reglas o esque­mas pre­con­ce­bi­dos. Una vez más, una letra muy difí­cil­men­te superable.

 

Joao e Maria

Con una letra de estas, el que se des­ar­ma es el adul­to y no el niño! El niño en prin­ci­pio escu­cha­rá una can­ción de niños, pero difí­cil­men­te echa­rá de menos su infan­cia... ¡aún está en ella!

Y cómo no… no podía fal­tar… una de las can­cio­nes infan­ti­les más bellas que jamás se hayan hecho:

 

Aquarela

Filo­so­fía pura. Refle­xión vital total, empa­que­ta­da y envuel­ta para regalo!

Aqua­re­la de Toquinho. Una letra colo­ri­da, fres­ca, lle­na de ima­gi­na­ción… Curio­so… la unión de estas carac­te­rís­ti­cas siem­pre hace ten­der hacia el mun­do infan­til… des­pués del desa­rro­llo de este post, supon­go que la razón es evi­den­te… ellos tie­nen el fres­cor vital! Man­te­ner­lo solo depen­de de cada indi­vi­duo, de sus cir­cuns­tan­cias y de cómo cre­ce y enve­je­ce. Hay indi­vi­duos con ochen­ta años más jóve­nes que cha­va­les de quin­ce… es curio­sa la vida.

Con todo, ten­go la sen­sa­ción de que las emo­cio­nes de los niños están rela­ti­va­men­te aban­do­na­das por­que los adul­tos hemos olvi­da­do aque­llo que fui­mos… niños. De algu­na for­ma los hemos deja­do solos en su des­per­tar al mun­do, por­que noso­tros ya des­per­ta­mos y aho­ra mis­mo nos tie­nen dema­sia­do ocu­pa­dos inten­tan­do man­te­ner a flo­te el bar­co. ¿Qué padre pue­de tener malas inten­cio­nes hacia sus hijos?... cabría pre­gun­tar­se no en vano… ¿recuer­da el padre/madre las emo­cio­nes que expe­ri­men­tó al des­per­tar a la vida, al ir des­cu­brien­do cosas, la reali­dad? Cuan­do la socie­dad en la que vivi­mos exi­ge tan­to de noso­tros, nos cosi­fi­ca, nos alie­na… ¿no es lógi­co que olvi­de­mos con más faci­li­dad esas emo­cio­nes expe­ri­men­ta­das en la infancia?

No son emo­cio­nes infan­ti­les… son emo­cio­nes expe­ri­men­ta­das en perio­dos vita­les infan­ti­les. Emo­cio­nes huma­nas a fin de cuentas.

La socie­dad se vuel­ve caní­bal por­que noso­tros mis­mos per­mi­ti­mos que así sea. Sin embar­go, estos com­po­si­to­res, estos músi­cos, estos intér­pre­tes… qui­sie­ron poner su peque­ño grano de are­na para inten­tar difu­mi­nar esa barre­ra entre el sen­tir infan­til y el adul­to. El tiem­po pasa, y por regla gene­ral hace callo… La habi­li­dad, la des­tre­za para vivir resi­de en cómo ges­tio­nar ese paso del tiem­po. La vida a veces pare­ce una eter­na carre­ra hacia la feli­ci­dad, aque­lla que expe­ri­men­ta­mos sien­do niños y, sin embar­go, la solu­ción la tene­mos tan cer­ca que se hace invi­si­ble. Sí por­que… des­pués de todo… la vida es una cues­tión de acti­tud. ¿No es aca­so la acti­tud la que dife­ren­cia al niño del adul­to? Acti­tud ante la vida, acti­tud ante las cosas.

Los niños somos todos… con la úni­ca dife­ren­cia de que el paso del tiem­po y la memo­ria van nublan­do algu­nas cosas. Los niños no nece­si­tan más que aten­ción… cari­ño… afec­to, con­tac­to, apren­der, des­cu­brir… pau­tas, cami­nos a seguir, hora­rios —muy impor­tan­tes al ini­cio, aun­que no lo parez­ca—. Casi nada. A cam­bio, nos apor­tan algo que olvi­da­mos… son la prue­ba pal­pa­ble de que sí, la feli­ci­dad exis­te… cla­ro que exis­te… pero con el tiem­po la vamos dejan­do en el fon­do del cajón; a veces nos olvi­da­mos de dón­de la guar­da­mos déca­das atrás… pero es tan real como la son­ri­sa de ese enano con el que te has cru­za­do o al que acues­tas todas las noches en su cama.

Los niños y sus cere­bros. Alta­men­te cam­bian­tes… apren­dien­do a velo­ci­da­des ver­ti­gi­no­sas, en oca­sio­nes —espe­cial­men­te al lle­gar a la ado­les­cen­cia— la velo­ci­dad de apren­di­za­je y cre­ci­mien­to es tal que la revo­lu­ción hacia el mun­do exte­rior se hace inevi­ta­ble… al vol­ver de esa revo­lu­ción… ¿dón­de que­da el niño que se fue? Cre­ce­mos olvi­dan­do aque­llas apti­tu­des que tenía­mos sien­do niños… aque­llas acti­tu­des… aque­llas que­ren­cias infan­ti­les. Recu­pe­rar esas des­tre­zas es el camino a la feli­ci­dad. Real­men­te nun­ca se per­die­ron, solo hay que refres­car­las. He vis­to a per­so­nas que han recu­pe­ra­do hob­bies de su infan­cia y… cla­ro… se les ve feli­ces. A fin de cuen­tas… ¿Cuál es el sen­ti­do de todo esto?... ¿cuál es el sen­ti­do de la vida? Si a un padre le pre­gun­tan… ¿qué quie­re usted para su hijo?... ¿qué con­tes­ta­rá?... pare­ce evi­den­te: que sea feliz.

Y así nos pasa­mos la vida… bus­can­do la feli­ci­dad. Lo que me sor­pren­de es lo des­orien­ta­dos que esta­mos a veces los adul­tos en ésa bús­que­da cuan­do, por curio­so que pue­da pare­cer, la solu­ción está en noso­tros mis­mos… pero no en noso­tros aho­ra… sino en lo que fui­mos. La cla­ve qui­zá está en recor­dar aque­llo que fui­mos, que sen­ti­mos, el cómo nos diver­ti­mos aque­lla vez, aquel día, aquel beso, aquel boca­di­llo al salir del cole… no se tra­ta de vol­ver­nos adul­tos infan­ti­les… se tra­ta de con­ce­bir nues­tras fases vita­les como un todo indi­vi­si­ble, pero diná­mi­co, volu­ble, muta­ble… algo inevi­ta­ble dado el paso del tiem­po y el capri­cho de las cir­cuns­tan­cias vita­les de cada quien.

Dicho esto… aten­tos a la infan­cia… en ellos está el fres­cor vital. Es un espec­tácu­lo ser tes­ti­go de un cre­ci­mien­to… de quién sea. El des­per­tar a la vida, el des­cu­bri­mien­to, las son­ri­sas incon­di­cio­na­das e incon­di­cio­na­les… la ino­cen­cia, la sin­ce­ri­dad de quien empie­za a lidiar con las pri­me­ras emo­cio­nes pri­ma­rias. El espec­tácu­lo emo­cio­nal humano. Es una pena que, por capri­cho de la ava­ri­cia y codi­cia huma­na, nos este­mos des­hu­ma­ni­zan­do; aque­llos que defi­ni­ti­va­men­te aban­do­na­ron ese regre­so al redes­cu­brir­se a uno mis­mo… a encon­trar su raíz vital, su feli­ci­dad, su pun­to de par­ti­da… van por la vida sin empa­tía algu­na, prio­ri­zan­do y mar­can­do obje­ti­vos más allá de sus lími­tes. Ya lo decía Manuel Galán en el pro­gra­ma En La Nube de Radio 3 al finalizar…

Voy a pen­sar en un mun­do en el que la eco­no­mía esté al ser­vi­cio del ser humano y no al revés, como nos pasa aho­ra… don­de el bene­fi­cio real gire en torno al arte, que es lo que real­men­te impor­ta (sic).

Manuel Galán dixit.

Manuel… a eso te res­pon­do ¡amén!... y te diré que esos mis­mos que des­hu­ma­ni­zan el mun­do, pagan lo que hacen… y no por una jus­ti­cia inma­nen­te reden­to­ra… que va! es aún peor… es su pro­pio incons­cien­te el que les hace pagar. Sien­do niño el papel está en blan­co pero… al cre­cer, algu­nos indi­vi­duos se trans­for­man en gro­tes­cas cari­ca­tu­ras de sí mis­mos… cuan­do quie­ren dar por sí —qui­zá ante un mal palo en la vida, como tan­tos que acon­te­cen— se dan cuen­ta de que no se sopor­tan a sí mis­mos… de que lo tie­nen todo y no tie­nen nada. Ahí sí, la vida se vuel­ve plúm­bea y difí­cil de lle­var… cuan­do te das cuen­ta de que no te sopor­tas. Tene­mos esa manía de minus­va­lo­rar el perío­do infan­til… y lo hace­mos por­que esta­mos más per­di­dos que nadie. Alie­na­dos. Cosificados.

Por tan­to te doy toda la razón… el Arte es esa foto­gra­fía en el tiem­po de la psi­que huma­na… sin Arte no nos cono­ce­mos, y si no nos cono­ce­mos… jamás nos encon­tra­re­mos… anda­re­mos per­di­dos por ahí, como esas cari­ca­tu­ras gro­tes­cas de las que hablaba.

Mal­di­ta sea… Esos locos baji­tos… 🙂 será posi­ble que en ellos esté la cla­ve de todo y noso­tros sin saber­lo… (no solo de Bra­sil salen todas las per­las; aun­que en este caso el tema no cum­ple el para­dig­ma bra­si­le­ño… más bien es una can­ción de adul­tos can­tan­do a sus enanos, está claro!)

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Esos locos bajitos

**.- Todas las can­cio­nes las he tra­du­ci­do yo Luis Asiaín, por tan­to asu­mo los erro­res que pue­da haber. Si alguien detec­ta algo que lo diga!

Con­clu­sión.- Sean feli­ces y apren­dan de los niños... no hay más que refres­car la memo­ria. Hay que res­pe­tar más la infan­cia por­que de ella se pue­de apren­der mucho más de lo que ima­gi­na­mos... sen­ci­lla­men­te esta­mos tan ocu­pa­dos con nues­tra vida adul­ta que no nos damos cuen­ta de que las cosas ver­da­de­ra­men­te impor­tan­tes... las esta­mos obvian­do... y a veces nece­si­tan refres­car­se. Ese refres­co nos da salud men­tal y des­can­so, sin duda.

Los niños no son pro­pie­dad de nadie más que de sí mis­mos... aho­ra bien... son nues­tra res­pon­sa­bi­li­dad inalie­na­ble... ya lo decía Serrat: ... Nos empe­ñaos en diri­gir sus vidas/ sin saber de ofi­cio y sin vocación/les vamos trans­mi­tien­do nues­tras frustraciones/con la leche templada/y en cada canción.

Per­so­nal­men­te, creo que hay que tener más res­pe­to por la infan­cia... o, si se pre­fie­re, por el perío­do infan­til. Un momen­to tan cru­cial en la vida del ser humano no pue­de ser tan minus­va­lo­ra­do como lo hace­mos en nues­tra cul­tu­ra. La mayor nota de cor­te en las uni­ver­si­da­des debe­ría estar en las carre­ras de Magis­te­rio. Nadie valo­ra la labor incues­tio­na­ble de los maes­tros... de ellos depen­de esa «estan­te­ría men­tal» de la que hablá­ba­mos... unas bal­das mal pues­tas y JAMÁS se recu­pe­ra­rán esos espa­cios... la capa­ci­dad de apren­di­za­je de ese indi­vi­duo, futu­ro adul­to (inge­nie­ro, arqui­tec­to, abo­ga­da, filó­lo­ga, barren­de­ro, car­ni­ce­ra, pes­ca­dor, pro­duc­tor, músi­co, perio­dis­ta), habrá que­da­do com­pro­me­ti­da y des­ti­na­da para siem­pre. Evi­den­te­men­te esto es exten­si­ble a TODOS los adul­tos, inclui­dos los padres. No por ser padre se debe­ría tener car­ta blan­ca sobre el pro­pio hijo... una con­cep­ción bas­tan­te sim­plis­ta y retro­gra­da de la pater­ni­dad ya que, en últi­mo caso, te debes a ese futu­ro adul­to... aun­que solo sea por­que te quie­re con locu­ra. Pero cla­ro... vivi­mos en una socie­dad en la que se da por hecho que naces sin saber con­du­cir un coche y te sacas un car­net para poder hacer­lo... y al mis­mo tiem­po se da por hecho que debes haber naci­do sabien­do ser padre... ¿será eso cier­to? El ins­tin­to sin duda lo tene­mos... ¿nos ceñi­mos exclu­si­va­men­te al ins­tin­to? Malo no será pero... estan­do en el siglo XXI... cabría supo­ner que ya no tene­mos nece­si­dad de redu­cir­nos a lo mera­men­te instintivo.

PD.- Evi­den­te­men­te, todo lo refle­xio­na­do en este post esta­ba en nues­tras men­tes al hacer el sép­ti­mo cor­te de nues­tro dis­co... Sapos y Ranas:

¿Y qué otra cosa podría­mos tener en men­te? Ani­ma­les... ono­ma­to­pe­yas, ali­te­ra­cio­nes, mora­le­jas (las dife­ren­cias entre unos y otros son supe­ra­das por las emo­cio­nes)... etc. Todo se redu­ce a lo mis­mo: más res­pe­to. Hay que res­pe­tar más el perio­do infan­til. Los adul­tos no somos más que un desa­rro­llo que par­te de ese eje ini­cial. Allá cada cual.