MRM — Eso dicen

Micro­rre­la­to Musical

Sensitive Kind — JJ Cale

El bar­niz de la mesa del fon­do, medio deca­pa­da de puro des­gas­te, le roza el pul­so mien­tras des­li­za el vaso len­ta­men­te de lado a lado. Alguien ten­drá que dar el pri­mer paso, pero esa es siem­pre la par­te difí­cil. Por suer­te, ella sabe latín... y no tie­ne edad para andar per­dien­do el tiem­po. Des­li­za el pul­gar para abrir la caje­ti­lla y dejar al des­cu­bier­to el últi­mo ciga­rri­llo gitano del paque­te... lo saca y lo suje­ta fir­me con sus labios acar­to­na­dos, en tiem­pos car­no­sos. No pue­de evi­tar que la cara del pusi­lá­ni­me de la mesa del fon­do le pro­vo­que cier­to ins­tin­to bur­lón... qué sim­ple­za, qué poca cosa, qué inge­nui­dad. Los años y el kilo­me­tra­je de barra han cau­sa­do un tic ner­vio­so en el labio que evi­den­cia el des­pre­cio hacia la pre­sa, los ojos de un cor­de­ro des­nor­ta­do con­si­guen subli­mar sus ins­tin­tos depre­da­do­res. Incli­na el lado izquier­do del labio con cier­to aire dis­pli­cen­te y se levan­ta deci­di­da a des­plu­mar al pollo.
Len­to y deci­di­do es el balan­ceo de esos apre­ta­dos jeans... se apro­xi­man poco a poco por enci­ma del bor­de del vaso que, al acer­car­lo para beber, va enfrian­do el bigo­te de la víc­ti­ma con tres o cua­tro pie­dras de hielo.
– Dicen las malas len­guas que andas bus­can­do algo...
– ¿Eso dicen?
– Eso dicen...

MRM — Primer amor

Micro­rre­la­to Musical

Parade — Tape

Nacho se encuen­tra inmer­so en los rigo­res emo­cio­na­les más inten­sos de la ado­les­cen­cia. Su madre le dice que no hay amor como el pri­me­ro, los que ven­gan des­pués serán amo­res... pero de otro tipo. La ino­cen­cia, la inge­nui­dad, la inten­si­dad... es el momen­to, su tiem­po y espa­cio. Si esto sale mal... no habrá más. Al menos, eso es de lo que está con­ven­ci­do aho­ra... con die­ci­sie­te. Lo que ven­ga des­pués ya se verá. De momen­to es el fin del mun­do. El fin de su mun­do claro.
Ella le espe­ra enguan­ta­da, bien abri­ga­da y con la bufan­da has­ta los ojos... en par­te por el frío, en par­te por ver­güen­za. Al encon­trar­se se miran con ter­nu­ra... una ter­nu­ra espon­tá­nea, pro­pia de los pri­me­ros amo­res, sin doble­ces, sin com­ple­ji­da­des... man­te­nien­do siem­pre, eso sí, las apa­rien­cias por temor al ridícu­lo, ese atá­vi­co mie­do adolescente.
Nacho se fija en sus carri­llos son­ro­sa­dos y car­no­sos aso­man­do por la bufan­da y en sus ojos acris­ta­la­dos por el frío. Se dan dos besos y ella, con la nariz, le deja dos mar­cas de hume­dad en las mejillas...
– ¡Per­do­na! Se me cae el moquillo...
– Tranquila...
Sin dema­sia­da pla­ni­fi­ca­ción se ponen a andar. Muy len­ta­men­te y con las manos meti­das en los bol­si­llos van bajan­do la calle Caba­lle­ros, char­lan de todo y nada. Se dis­fru­tan. Ambos se tie­nen ganas. Al final de la calle, cru­zan­do el arco, aso­ma el valle... ese lien­zo de tie­rra eter­na que se extien­de a los pies de la ciu­dad. La luz se mues­tra fría y hui­di­za, pero mere­ce la pena. Muer­tos de frío se sien­tan en un ban­co para ver el típi­co atar­de­cer pre­ma­tu­ro pro­pio de cual­quier noviem­bre; tenien­do en cuen­ta el frío que hace, esa visión no deja de ser un mero pre­tex­to como es obvio. Pero es que ya lo dice la madre de Nacho, no hay amo­res como el primero.

MRM — Raqueta

Micro­rre­la­to Musical

Shelter from the storm — Bob Dylan

Juan­cho tie­ne once años y está a pun­to de aban­do­nar la infan­cia como quien dice. En un abrir y cerrar de ojos empe­za­rá a poner­se ner­vio­so al cru­zar media pala­bra con algu­na com­pa­ñe­ra de cla­se. Pero de momen­to está a sal­vo. Lo que más le gus­ta hacer es sacar la bici y per­der­se en com­pa­ñía de un perro del que no sabe ni la raza. Raque­ta, que así lo ha bau­ti­za­do, siem­pre anda suel­to y a su albe­drío por la urba­ni­za­ción en la que vive Juan­cho. De momen­to nadie le cono­ce due­ño o parien­te... ni cer­cano ni lejano. Bas­ta pisar el asfal­to de las entre­la­za­das calles de su zona resi­den­cial que Raque­ta, siem­pre ácra­ta y fiel, apa­re­ce con el mayor de los espí­ri­tus libres. Esa sen­sa­ción de fide­li­dad le hace a Juan­cho ser feliz por­que, entre otras cosas, no quie­re ser su due­ño... más que nada quie­re ser su ami­go. Raque­ta es un San­cho que cabal­ga a la dere­cha de su bici­cle­ta uti­li­zan­do su fres­ca y húme­da nariz para aler­tar de cual­quier peli­gro o cosa intere­san­te. Raque­ta apa­re­ció en la urba­ni­za­ción veni­do de la nada con una raque­ta rota enca­ja­da en el cue­llo. Varios veci­nos inten­ta­ron hacer­se car­go del perro, qui­tar­le la raque­ta e inclu­so lla­ma­ron a la perre­ra... pero nada... nin­guno fue capaz de hacer­se con él. El perro deam­bu­ló por la urba­ni­za­ción duran­te días sin que nadie fue­ra capaz de sacar­le la raque­ta de enci­ma. Un día, Juan­cho había deja­do la bici­cle­ta en el sue­lo y esta­ba sen­ta­do en un bor­di­llo para atar­se las zapa­ti­llas. Al levan­tar la vis­ta, se encon­tró de fren­te a un perro que le mira­ba fija­men­te a los ojos, sus­pi­ran­do afa­no­sa­men­te mien­tras la len­gua le col­ga­ba como un pén­du­lo de la man­dí­bu­la. Su mira­da era direc­ta y pací­fi­ca ade­más de muy expre­si­va gra­cias a las dos cejas pelu­das que arquea­ba en la frente.
–Ven aquí perro, que te qui­to la raqueta...
Y con el menor de los esfuer­zos, Raque­ta se dejó ayu­dar por Juancho.
Des­de enton­ces, cabal­gan jun­tos por la urba­ni­za­ción des­ha­cien­do entuer­tos, pro­di­gan­do el bien y evi­tan­do el mal. Lo habi­tual con once años, dicho sea de paso.

MRM — Fine and Mellow

Micro­rre­la­to musical

Billie Holiday, Fine & Mellow — The Sound of Jazz

Pasé la tar­je­ta per­fo­ra­da cer­ca de las tres de la tar­de, hora de entra­da en los estu­dios de la CBS en el 851 de la nove­na. Eran mis pri­me­ros tra­ba­jos como téc­ni­co, jun­to a Par­ker con quien tra­ba­jé prác­ti­ca­men­te toda mi vida, de modo que ambos hici­mos el tra­ba­jo más físi­co: cablea­do, esce­na­rio, pér­ti­gas y demás per­tre­chos de soni­do. Les­ter se sen­tó al lado de Lady Day que, a su vez, pre­fi­rió uti­li­zar un tabu­re­te para can­tar. Delan­te de ella yo mis­mo colo­qué un micró­fono RCA 77 DX... aquél apa­ra­to era autén­ti­ca crema. 
Crosby haría la pre­sen­ta­ción des­de un moni­tor ubi­ca­do detrás del gru­po y al ter­mi­nar sube y avan­za la 1 con grúa. Jack sugi­rió que Holi­day espe­ra­ra de pie, y se diri­gie­ra al tabu­re­te nada más empe­zar, para dar tiem­po a que la cáma­ra se ubi­ca­ra correc­ta­men­te. Así se hizo. 
Recuer­do cuan­do ajus­té el ángu­lo y dis­tan­cia del micrófono... 
— Hello kid – me dijo ella – is that ok? 
Sí Sra. Fagan, todo correc­to – con­tes­té- pro­cu­re no ale­jar­se mucho de esta posi­ción cuan­do cante. 
Lle­va­ba el pelo reco­gi­do y unta­do con aque­lla gra­sa que se usa­ba en la épo­ca. Me dio la sen­sa­ción de que si se pasa­ra la mano por el pelo lo man­cha­ría todo, pero no lo hizo. Les­ter, sen­ta­do a la izquier­da, ten­dría que levan­tar­se y entrar en plano para acer­car su saxo al cen­tro, don­de pusi­mos otro de los micró­fo­nos con pér­ti­ga para poder reco­ger los solos. Me colo­qué jus­to detrás de Holi­day, a una dis­tan­cia pru­den­cial para no estro­pear el plano de nin­gu­na de las cáma­ras, cru­cé mis bra­zos y dis­fru­té con lo que hacía aque­lla gen­te. Empe­za­mos a las cin­co. Tam­bién recuer­do otro deta­lle... el olor a marihua­na... allí fumó has­ta el apuntador.

 

MRM — Blackbird

Micro­rre­la­to musical

Crosby, Stills & Nash — Blackbird

Cuan­do cono­cí a tu madre pen­sé que, en aquel ins­tan­te subli­me, el mun­do había lle­ga­do a su máxi­mo nivel de per­fec­ción. Ella mira­ba al cie­lo como ena­je­na­da, pues una serie de nubes tren­za­ban capri­cho­sas figu­ras por enci­ma de nues­tras cabe­zas y un sol más rojo que naran­ja las colo­rea­ba con mora­dos y azu­les mori­bun­dos... a pun­to de con­ver­tir­se en noc­tur­nos. Ador­na­da con orquí­deas y flo­res de jaz­mín en el pelo, sos­te­nía con sus dedos sua­ve­men­te entre­la­za­dos un rami­lle­te de pere­jil, sal­via y tomi­llo. El inten­so aro­ma de sus flo­res se unió al de la mez­cla de taba­co per­fu­ma­do que yo fuma­ba en una peque­ña pipa de sán­da­lo que aca­ba­ba de com­prar aque­lla mis­ma tar­de. Me que­dé petri­fi­ca­do. De mis labios col­ga­ba la pipa y por muy poco no se hun­dió en el barro que pisá­ba­mos. Ella la cazó al caer. Se dio cuen­ta, al bajar la vis­ta del cie­lo, que jus­to delan­te tenía a otro ena­je­na­do que había per­di­do el con­trol de sus pro­pios labios.

Tomó la peque­ña pipa y fumó...

–Sabe a sán­da­lo – me dijo.

Aque­llas fue­ron sus pri­me­ras pala­bras y para cuan­do me qui­se dar cuen­ta... habían pasa­do horas... Crosby, Stills and Nash toca­ban enton­ces su ver­sión de Black­bird. No he vuel­to a pasar una sola noche lejos de ella.

http://www.youtube.com/watch?v=BxUG5AiHgdo